Desde hace unos años las estanterías de mi casa han visto cómo el número de libros relacionados con el estudio de la muerte ha ido progresivamente en aumento. No es que la pandemia haya desatado en mi persona algún tipo de angustia vital, sino que con el tiempo me he dado cuenta de que, además de que es un tema que me interesa, siento que a pesar de ser médico - y de, por tanto, tener la muerte muy presente en mi día a día - la educación que me han dado al respecto es escasa. Fue por esto que cuando en Barbie (Greta Gerwig, 2023) se le revela al espectador que son las inquietudes de Barbie Estereotípica (Margot Robbie) sobre la muerte las que dan paso al conflicto del resto de la trama, me puse cómodo en la butaca y abrí bien los ojos. Porque lo que estaba por venir prometía.
Antes de pronunciarme sobre cómo me parece que el nuevo fenómeno cinematográfico de la responsable de Lady Bird (2017) y Mujercitas (2019) fracasa a la hora de ofrecer a los espectadores una sólida reflexión sobre lo que significa "vivir", no puedo dejar de aplaudir a Greta Gerwig - y Margot Robbie, también productora - por el trabajo que han hecho. Y es que no sólo han conseguido que un blockbuster veraniego que huye de todos los estereotipos habituales del cine de esta categoría - y que está completamente empapado de un discurso sociopolítico - triunfe en taquilla, sino que además han conseguido que una película enfocada a un público potencialmente reducido ya esté entre los pocos títulos que durante su paso por cartelera han recaudado más de un billón de dólares. Dicho esto, y sin dejar de reconocer que pese a lo divertida y original que es, Barbie no me parece ni mucho menos lo mejor - ni lo más feminista - de Gerwig, creo que a esta película sobre el empoderamiento de la mujer, el patriarcado y sobre muñecas que quieren empezar a vivir, le falta un poco de corazón.
A lo largo de toda la película, Barbie estereotípica no sólo aprende a luchar por sus derechos en un mundo en el que el poder de las mujeres está mermado con respecto al del hombre, sino que además aprende - en general - a ser humana. Barbie aprende a ver la belleza en otras personas, a llorar, a fracasar, a frustrarse, a discutir, a afrontar cambios, a reconocer que vivir no supone una alegría constante y a que, en definitiva, todos los seres vivos - a diferencia de las ideas - terminamos muriendo y desapareciendo del planeta, a veces sin dejar rastro. Sin embargo, y a pesar de que en una escena muy próxima al final Barbie es testigo de lo que - aparentemente - significa ser humano, entre todas y cada una de las visiones que tiene no hay ni una sola en la que se vea a una persona llorar, hacerse daño, discutir, fracasar, pasar miedo o, sin ir más lejos, a una persona diciendo adiós.
Parece una tontería, pero en una película tan reivindicativa como esta, cuyo conflicto arranca con una cuestión tan humana como qué es o qué significa la muerte, terminar planteando que la vida sólo son risas, juegos y alegría no me parece que sea acertado. Que entiendo que el género de la película es la comedia y que uno de sus principales objetivos - y, aunque duela, uno de los más importantes - es lavarle la cara a una marca, por lo que quizás no sea la cinta más indicada para hacer hueco a este tipo de reflexiones. Sin embargo, si los mismísimos Gerwig y Baumbach decidieron dar rienda suelta al conflicto de la trama con un planteamiento así, que al final terminen siendo víctimas de su propia trampa devolviéndole al público el gran tabú que supone hablar sobre la muerte, me parece un grandísimo fracaso. Aunque, como ya he dicho antes, hay que reconocer que Barbie es un triunfo global: un triunfo para las mujeres, un triunfo para la industria del cine y, sobre todo, un triunfo para Mattel.
Jerry F.
Imagen vía Rotten Tomatoes
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