Un año más, llega la esperadísima gala de los Oscar; esos premios que invaden las redes sociales, las páginas web y hasta los periódicos. Y es que... seamos honestos, a todo el mundo le interesan. No digáis que no.
Desde cinéfilos empedernidos
que ansían los anuncios de cada premiado, pasando por jóvenes chismosas que
tienen unas necesidades imperiosas de comentar el peinado de una de esas
actrices a la que tienen tantísima manía y terminando en todos aquellos que los ven para luego criticarlos por la
importancia que se da a unos premios que, seamos realistas, están - cinematográficamente hablando - en
decadencia.
Y digo que el valor de estos
premios está decayendo porque, desde hace unos años, están atravesando una
empinadísima cuesta abajo.
Y los frenos, desgraciadamente, se les han estropeado.
Y los frenos, desgraciadamente, se les han estropeado.