A pesar de que no iba a ser fácil resucitar una saga que, con los años, había multiplicado su público y convertido a muchos de sus veteranos en fanáticos que se embriagaban de material galáctico a través de videojuegos, cómics o foros virtuales, con El Despertar de la Fuerza (J.J.Abrams, 2015) Abrams consiguió calmar la sed de público y crítica utilizando la nostalgia como principal motor para conducir el desenlace de la ahora llamada "saga Skywalker". Sin embargo, y muy en contra de la efectiva - pero poco atrevida - jugada de Abrams, su sucesor (Rian Johnson) decidió poner patas arriba aquella lejana galaxia con la revolucionaria Los Últimos Jedi (Rian Johnson, 2017), un filme que revitalizó la saga, entusiasmó a la crítica y dividió a un colectivo del público lo suficientemente ruidoso como para preocupar a Disney, muy concienciada sobre la incertidumbre en la que se estaba sumiendo una de sus principales fuentes de ingresos. Con este panorama, al que se sumaron el triste fallecimiento de Carrie Fisher y la expulsión de Colin Trevorrow del proyecto, el director de El Despertar de la Fuerza intentó poner fin al disimuladísimo caos asegurando que ningún contratiempo - ni tampoco las discutidas decisiones tomadas en el filme de Johnson - iban a alterar el recorrido que ya se había fijado sobre la despedida de esta odisea espacial. Y ahora, después de ver su noveno episodio, todos sabemos que eso era mentira.
[posibles spoilers en adelante]
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