A pesar de que cuando oímos a alguien hablar de cortometrajes de animación la tendencia es pensar en los estudios Pixar, la asociación que todos deberíamos hacer - por historia, trayectoria y producciones realizadas - es con los Walt Disney Animation Studios: aquella compañía fundada en 1923 que lleva produciendo material audiovisual desde hace casi cien años y que, todavía hoy, nos deleita con cortometrajes tan brillantes como Paperman (John Kahrs, 2012).
Para los que no lo conozcan, Paperman, que cuenta la historia de cómo un hombre encuentra a la mujer en la que se había fijado en una estación de tren gracias a unos aviones de papel, precedió a las proyecciones de ¡Rompe Ralph! (Rich Moore, 2012) cuando ésta fue estrenada en cines. Y aunque tanto su historia como su estilo no eclipsen los de los antiguos trabajos de la factoría (Stemboat Willie [1928], Flowers and Trees [1932] o Three Little Pigs [1933]), el trabajo de los animadores de Disney en este cortometraje fue magnífico.
Fusionando, gracias a la mano de Glen Keane (La Sirenita, Aladdin), los estilos del Renacimiento Disney con los de otros títulos de la compañía (véase 101 Dálmatas [1961]) y empleando una acertada paleta de blancos y grises, Paperman consiguió sorprender al público con una historia de amor comprimida que rompía con lo impuesto por las piezas de Pixar y apostaba, una vez más, por el viejo Disney: aquel que soñaba con historias de amor idílicas que, pese a ser imposibles, eran fantásticas.
Fusionando, gracias a la mano de Glen Keane (La Sirenita, Aladdin), los estilos del Renacimiento Disney con los de otros títulos de la compañía (véase 101 Dálmatas [1961]) y empleando una acertada paleta de blancos y grises, Paperman consiguió sorprender al público con una historia de amor comprimida que rompía con lo impuesto por las piezas de Pixar y apostaba, una vez más, por el viejo Disney: aquel que soñaba con historias de amor idílicas que, pese a ser imposibles, eran fantásticas.
Curiosamente, para mí Paperman tiene un significado especial. Desde el primer momento que lo vi, me acordé - sin motivo aparente - de una persona que se estaba convirtiendo en alguien muy importante en mi vida. Fue tan intensa esa sensación, que quise enseñarle el corto y volver al cine con ella para, exclusivamente, pasar esos pocos minutos en su compañía escuchando la pieza musical de Christophe Beck y viendo aquella historia de trenes, ciudades y aviones de papel. Y aunque nunca lo llegué a hacer, lo que sí me propuse fue explorar esa extraña sensación que me animaba a pasar - y compartir - tiempo con ella. Y además de que al final este cortometraje ha terminado significando mucho para los dos, el hueco que ella se ha hecho en mi vida es insustituible.
Y así estamos: a las puertas de la iglesia, para casarnos.
Y así estamos: a las puertas de la iglesia, para casarnos.
Jerry
Imagen vía The Movie Blog
Por favor, pero cómo me ha gustado este post... Enhorabuena otra vez pareja por ese 'y comieron perdices' tan especial que tuvisteis vosotros. Nada que envidiar a los tan entrañables y románticos finales de Disney.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarNo paras de emocionarme ❤❤❤
ResponderEliminar