martes, 9 de abril de 2019

CRITICA | Dumbo (2019)


Aunque la nueva película de Tim Burton no comience con unos títulos de crédito tan llamativos como los de su Charlie y la Fábrica de Chocolate (2005) o Sweeney Todd: El Barbero Diabólico de la Calle Fleet (2007), el arranque de esta versión a imagen real del clásico Dumbo (Ben Sharpsteen, 1941) es sin duda prometedor. Combinando la exquisita composición Train's a Comin' - firmada por Danny Elfman - con unas instantáneas del tren conocido por todos como Casey Jr., el público podría pensar que va a estar ante un filme emocionante, lleno de espectáculo y excentricidades, que le va a dejar con una imborrable sonrisa de oreja a oreja. Sin embargo, estos títulos iniciales, a diferencia de los arriba mencionados, ni son fieles al tono de la película ni deberían aumentar las expectativas del espectador. Porque desde el momento en el que la melodía de Elfman termina, Dumbo se desinfla y nunca más consigue alzar el vuelo.

Lejos de querer criticar los esfuerzos de Disney por intentar acercar los clásicos de antaño a un nuevo público y querer satisfacer a la mayoría adulta que creció con sus incontables joyas de la animación, hay que reconocer que lo de Dumbo es indignante. Si bien su concepto - y, por ende, el desvío que toma con respecto a la historia del clásico de 1941 - es interesante, no hay absolutamente nada que funcione en lo nuevo de Burton salvo el pequeño elefante de orejas grandes: un desgraciado animal que, lejos de volver a encarnar al protagonista de la historia, sólo aparece en pantalla para generar suspiros y merchandising.

Todo el resto de aspectos de Dumbo, con excepción de su políticamente correcto mensaje animalista, son perfectamente olvidables: desde la inexistente carisma de sus personajes (y su nula evolución durante casi dos horas de metraje), hasta su ordinaria banda sonora, torpe edición y desastroso guion. Y esto no deja de ser una lástima porque, aunque a muchos nos gustaría poder aplaudir esta adaptación, resulta muy difícil alabar un filme que, en lugar de apostar por sus personajes para así sacar rendimiento a un tercer acto que sí conseguiría remontar la mediocridad que le precede, no se decide entre rendir homenaje a la original o explotar su prometedora premisa, haciendo que, llegado su desenlace, las motivaciones de los personajes sean para el público tan abstractas como la idea de que los elefantes puedan volar. Porque podemos creernos que el pseudo-vaquero y sus insoportables hijos - junto a la trapecista francesa, la mujer sirena, el fortachón y el resto de payasos de circo - pretenden ayudar a Dumbo, pero eso no significa que vayamos a darle valor o sentido. Y ahí está el problema: que en el Dumbo de Burton no hay emoción alguna a la que agarrarse porque sus realizadores no se han dado cuenta de que no basta con tener un buen material original en el que basarse. Con ese material hay que hacer algo más que invertir en publicidad, estética y merchandising. Y este Dumbo, muy en contra de lo que él mismo pretende vendernos, falla precisamente en eso. Ay, Burton.


Jerry F
Imagen vía The Walt Disney Company Spain

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