El otro día cené con mis amigos de siempre, los que tienen plena conciencia de mi afición por el cine o las series de televisión y no me preguntan por ella porque saben que, una vez abran la caja de los truenos, no es fácil volver a cerrarla. Sin embargo, y a pesar de su admirable contención, aquella noche tuvimos la suerte de contar con la presencia de la novia de uno de ellos. Y ella sí cayó en la trampa. Yo, mientras ella me daba cuerda, aproveché para acomodarme, dar más de un sorbo a ese gintonic que tantas pesadillas me daría la mañana siguiente y sonreír para mis adentros por eso de que había llegado el gran momento de la noche. El momento de la verborrea y la ingurgitación yugular. Un momento que, desgraciadamente, duró poco cuando salió el tema de Big Little Lies.