[Atención: probablemente antes de leer esta entrada queráis echarle una hojeada a la anterior entrega "¡Malditas Comedias Románticas! - El Chicle"]
Algo absolutamente terrible me ha ocurrido hoy: me he dado cuenta de que la película que me hizo pasar uno de los peores momentos de mi vida me va a traer más desgracias de las que me esperaba.
Sí, me refiero a la Comedia Romántica de la sección rosa de los grandes almacenes a los que fui hace poco (cuyo dependiente habrá pedido el traslado a la sección de papelería, que es menos dramática). Resulta que, organizando mi colección de material cinéfilo, me he dado cuenta de que ¡la película que escogí es un Maldito Drama!
Al ver semejante catástrofe he comenzado a pensar: ¿Por qué demonios tenía que ser un drama? ¿Cómo no caí en la cuenta de que NO era una comedia romántica? y ha sido entonces cuando algo alucinante me ha ocurrido.
¡ZAS! Esta vez no se me ha aparecido Buda: esta vez he tenido una proyección astral. Me he sentido como una cámara de cine flotante y, para aprovechar semejante experiencia, le he dado al “zoom” y, no sé cómo, me he metido a través de mi pupila y de mi nervio óptico y he llegado a mi cerebro a través de una autopista de conexiones neuronales que me han llevado hasta la zona donde se almacena la memoria.
Una vez ahí, he intentado encontrar la razón de la proyección astral (porque, como supondréis, las proyecciones astrales sólo se dan en casos muy específicos que tienen que tener una finalidad muy importante) y ha sido entonces cuando he encontrado una valiosa memoria del día que decidí comenzar esta sección.
Ese día me encontraba escribiendo un artículo que iba a llamar “Reflexiones críticas acerca de lo malditos que me parecen los clichés de las comedias románticas de hoy en día”. Sin embargo, mi mente se sumergió en un torbellino de ideas que no iba a ser capaz de plasmar en un solo artículo. Entonces pensé que la mejor forma de poder contaros mi opinión era dedicando una sola sección a esta materia.
A pesar de ello, no podía llamar a una sección con semejante nombre, ya sea por razones de pura estética o de complejidad innecesaria, así que resumí el nombre y opté por: “¡Malditas Comedias Románticas!”. Por desgracia no fui nada preciso.
Después de revivir esto, se me ha acabado el chollo y he dejado de ser una cámara de cine flotante para volver a la condición aburrida de mero mortal habitante de un planeta lleno de comedias románticas. Y, lo peor de todo, es que he llegado a una conclusión muy dolorosa: no todo se reduce a comedias románticas. El venenoso “romanticismo” de las películas de hoy en día no ve limitada su extensión a las comedias porque, desgraciadamente, ese aterrador mal gusto se extiende también por el drama.
Quizás su influencia es mucho menos evidente porque en estas películas las desgracias suelen nublar un poco ese tenebroso, pero a la vez rosado, objetivo de corromper las mentes de los ilusos espectadores. ¿O es que acaso Un Paseo para Recordar o El Diario De Noah no son filmes rosados de pura cepa a pesar de ser sumamente trágicos? (Si El Diario de Noah no es trágico corregidme; sólo recuerdo a un viejo deprimido y un típico beso bajo la lluvia).
Poniéndonos irónicamente serios podríamos decir que no sólo las Comedias Románticas son las causantes de esa hipertrofia de romanticismo cutre y azucarado que aguarda en los rincones de las expectativas de muchas mujeres y hombres (¿o viceversa?)… Los dramas, pese a que muchos de ellos tengan un final trágico, también contribuyen. Para que os deis cuenta de ello os voy a poner un ejemplo muy claro que afirma que toda la tragedia de estas películas es poco versátil para la vida moderna (además de totalmente evitable):
¿En serio os creéis que, tras sobrevivir al hundimiento, Jack no cabía en la puerta flotante en la que estaba Rose? ¿De verdad creéis que la muerte de Jack era absoluta e irrevocablemente necesaria? A eso mismo me refiero: ¡NO era absolutamente necesaria! Es más, ¡era totalmente evitable! Pero si esa muerte no hubiese tenido lugar, entonces las millones de adolescentes hormonadas que vieron el filme (y que se desnutrieron mientras lloriqueaban sobre una muerte fruto de la estupidez) no habrían desarrollado ese ideal de “romance” tan prevalente hoy en día.
Y es que resulta que este dramático despropósito es un arma de doble filo:
- Por un lado, el guión cuenta con una tragedia de dimensiones épicas que debería deprimir a todo ser humano cuerdo.
- Por otro lado, pese a la tragedia, los espectadores no se van a quedar con el “mis relaciones amorosas van a ser pura desdicha y voy a morir solter@”. Los espectadores, al salir del cine, creerán que la tragedia que acaban de contemplar es una metáfora del amor verdadero: lo de “sacrificarse por la amada” y todo eso.
Centrándonos en la increíble y titánica historia de Rose y Jack, lo que los espectadores NO parecen apreciar es que el amor verdadero NO se puede encontrar en CUATRO míseros días en un transatlántico de lujo (el Titanic salió de Southampton el 10 de Abril y se hundió el 14 de Abril). ¿O sí?
¿Es que nadie ve que la relación de Jack y Rose fue lo equivalente al “rollo de una noche” en una discoteca madrileña? Si Jack “dio la vida” por la pobre Rose fue porque era un maldito caballero cuyos padres le habían enseñado a tener un respeto a las mujeres y comportarse como un verdadero hombre (o porque, simple y llanamente, quería suicidarse). ¡No era por amor verdadero y AMBOS lo sabían!
Además, si Jack no llega a hacer eso por Rose ¿qué habría sido de ella?, estaba pasando por un mal momento en su vida (su prometido la intenta matar, su madre no la espera y la deja en el barco para que se hunda con la rata callejera, vive una vida de desgracias materialistas…) y lo que le faltaba a la pobre era que su “ligue” no muriese por ella.
¿Veis? La tragedia estrangula nuestro sentido común y nos nubla la vista al no dejarnos ver el trasfondo excesivamente simple de un guión ñoño que lo único que quiere transmitir es que comerás perdices con un chico/chica guapa. Y en realidad el mensaje que debería llegarnos es que las relaciones de pareja son trágicas y que los “ligues” de una noche (en condiciones normales) no van a dar su vida por nosotros.
Estas tragedias no deberían ser un incentivo para vivir en un mundo de color rosa (en este caso, al no estar en Comedias Románticas, no hablaríamos de “rosa chicle” sino de “rosa fucsia”)… y el problema es que lo son. ¿Cuántas chicas al terminar de ver Titanic han dicho “¡qué bonito!”? ¿”Qué bonito”? ¡Es una Maldita Tragedia que, además, tiene un guión poco elaborado que se reduce al mero deseo de rebelión de una “niña de mamá” rica que quiere comenzar a vivir “aventuras” en un transatlántico!
Estas tragedias no deberían ser un incentivo para vivir en un mundo de color rosa (en este caso, al no estar en Comedias Románticas, no hablaríamos de “rosa chicle” sino de “rosa fucsia”)… y el problema es que lo son. ¿Cuántas chicas al terminar de ver Titanic han dicho “¡qué bonito!”? ¿”Qué bonito”? ¡Es una Maldita Tragedia que, además, tiene un guión poco elaborado que se reduce al mero deseo de rebelión de una “niña de mamá” rica que quiere comenzar a vivir “aventuras” en un transatlántico!
Ya para concluir os lanzo una pregunta: ¿es que nadie se dio cuenta de que la viejecilla (es decir, Rose) tiene una hija cuyo padre NO es Jack? ¡Maldita sea! ¿No veis que se está jugando con vuestra inteligencia? La chica, como cualquier otra, no “pasó de página” ni “re-hizo su vida”, simplemente conoció al hombre de su vida y se casó con él. Punto y final.
Así que, señores, a partir de ahora en esta sección hablaremos también de los dramas románticos aunque, obviamente, la protagonista de la sección va a seguir siendo la Maldita Comedia Romántica (y la maldita película que me compré hace poco en los grandes almacenes).
Maldito James Cameron: a mí no me la colaste ni siquiera con Avatar.
Tom.
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