sábado, 11 de febrero de 2012

Jerry Jones y El Cine Maldito: El Ciclo de las Palomitas



Salas, películas, acomodadores, gafas 3D, pósters, tráilers y… palomitas.

Sí, cuando alguien piensa en cine, inmediatamente lo asocia con esos aperitivos de color blanco y formas exóticas producto del estallido de un Kiko que tanto gustan a los mortales a pesar de ser una absoluta bomba de calorías.

Saladas, dulces, de colores, pegajosas, suaves, metidas en recipientes que pueden ser de tamaños terriblemente rancios o excesivamente grandiosos, combinadas con apetitosas bebidas refrescantes, incluidas en tentadoras promociones … ¡Es inimaginable la amplia gama de tipos y presentaciones que hay en torno al mundo de las palomitas!

Y con todo eso, ¿quién se puede resistir? ¡Prácticamente nadie! Afrontémoslo: el cine hace caja con las palomitas (¡son hasta más caras que las entradas sacadas por internet!) y, nosotros, incluso sabiendo que se nos van a ir cerca de diez euros al comprarlas, nos vemos tan exageradamente atraídos por ellas, que nos las compramos.

Pero claro, todo es bastante comprensible teniendo en cuenta que, además de lo buenas que están, al pasar por los puestos de bebidas y tentempiés, estos están infestados de empleados uniformados y sonrientes que no hacen otra cosa que mirarte mientras insinúan: “El olor te está tentando, lo sabes… Así que ven aquí y cómprate unas buenas palomitas”.


Sí. Las palomitas son un clásico del cine que resultan sorprendentemente adictivas y que atraen a grandes masas de espectadores que prefieren comprárselas a cenar después de ver la película.

Sin embargo, no todo lo que reluce es oro y, como la gran mayoría de los placeres alimenticios, tienen una gran cantidad de defectos que, puestos todos juntos, forman una cadena de catastróficos eventos de lo más cancerígenos para la correcta visualización de un filme.

El Precio.
¿Es el precio de las palomitas desproporcionado con lo que verdaderamente son?  Puede que sí, pero como fiel amante de esas explosivas delicias, me da igual: las palomitas están más buenas si se compran en el cine y se comen mientras se ve una película en condiciones.

La Sed.
Las palomitas son deliciosas pero originan una incómoda sensación de sed que debe ser paliada a toda costa con una de esas refrescantes bebidas que nos ofrecían los sonrientes empleados.

Así que, si no te has comprado alguna bebida, esta película será tu perdición y, tarde o temprano, te arrepentirás de no haberlo hecho: la sensación de sed producto de la ingesta de palomitas es tremendamente incómoda y desagradable.

El Baño
Vale, las palomitas están deliciosas pero producen sed. Por eso, bebemos una barbaridad de Coca-Cola, Fanta de naranja o simple agua y, con ello, aumenta el volumen de líquido en el organismo, nuestros riñones comienzan a filtrar más de lo normal y, como resultado final, nuestra pequeña vejiga agoniza por la incómoda orina que ha decidido que ya va siendo hora de llegar al idílico retrete.

Nos levantamos para ir al baño.

El Molestar.
Cuando el espectador se levanta, comienzan las maldiciones por parte del resto del personal: tanto de los que están detrás de nosotros (“¡Agacha la cabeza!”, “¡Quítate de en medio!”) como los dueños de la infinidad de piernas que tenemos que atravesar cual carrera de obstáculos.

El ambiente en la sala de cine comienza a volverse hostil.

El Perderte la Película
Corres al baño porque no quieres perderte la película (aunque has aprovechado para levantarte un momento del metraje que no parecía muy intenso ni relevante), llegas al baño, te desabrochas, lo haces, te abrochas, te lavas las manos, corres a la sala, molestas a tus vecinos y te sientas. 4 minutos mínimo (o 3 si no te lavas las manos).

El Hablar y Distraer.
- “¿Qué ha pasado? ¿Me he perdido algo?
- Pues resulta que ella le había puesto los cuernos con su mejor amigo mientras él estaba de viaje visitando a su abuelita enferma.
- Ostras, qué apestosa perra.
- Ya ves, igualita que la-que-tú-ya-sabes
- Claramente, ¡cómo se la jugó al pobre Juan!

- ¡¡sssssssssssssssshhhhhhh!!!

Vuelves a molestar.

El Ruido.
Entonces, cuando todos los demás espectadores de la sala ya te la “tienen jurada”, comienza la fiesta sonora: eres tan poco cuidadoso que no te das cuenta del poderoso ruido que hacen las palomitas al verse aplastadas por tus afilados dientes y, además, te las comes justo en los momentos más silenciosos de la película, por lo que ni el peculiar señor del sombrero de la última fila se librará de la desesperante sonata que brota de tu boca y de tus manos al hurgar en la cuasi-llena bolsa de palomitas.

El Instinto Asesino.
El resto de espectadores ya no puede más: primero te levantas, luego hablas y a continuación torturas con tu melodioso cantar palomitero… Es inevitable, surgen instintos asesinos en tu interior y deseas levantarte, agarrar la bolsa de palomitas del pesado de la fila 5 y tirarlas al suelo con toda tu fuerza, mientras el resto de cinéfilos aplauden tu hazaña.

Dejas de imaginarte situaciones esperpénticamente divertidas, y te sumes en un estado de frustración que no te deja disfrutar de la película.

El Idílico Equilibrio.
Os preguntaréis, "Entonces, si comer palomitas en el cine desencadena eventos cinematográficamente apocalípticos, ¿por qué te las compras?¿Eres uno de esos pesados?"

Claramente, a mí todo esto no me pasa porque hay una guía denominada “Cómo Comer Palomitas en el Cine”, que me sé de memoria y me reservo para otra entrega de “Jerry Jones y El Cine Maldito”. Mientras tanto, tened cuidado al comer palomitas en el cine, ya sabéis la reacción en cadena que no deseáis comenzar.


Y recordadlo siempre: No es lo mismo.

Jerry

4 comentarios:

  1. jajaja! Me encanta esta sección! No puedo esperar a la siguiente entrega y tu guía de "como comer palomitas en el cine".
    He de confesar que a mi me puede mi instinto asesino en el cine cuando el de al lado no hace más que ruido mientras come (ya no digamos si tiene que ir al baño o si se pone hablar!!)

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  2. Irene! Me alegra muchísimo que te guste esta sección: la verdad es que tengo bastante material que ofrecer, así que ten por seguro que habrá muchas más entregas!.

    A mí también me supera el instinto asesino cuando alguien hace ruidos... Por eso voy a publicar la "guía" jajaja.

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    Respuestas
    1. Estaré atenta para poder leer la siguiente entrega en cuanto la publiques!
      Por cierto, que mi hermana es de las que habla siempre en el cine, es horrible, tiene que preguntarlo todo!! Como si yo supiera más que ella! jaja.

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  3. Jajajaja muy buen análisis de todo lo que conlleva comer palomitas en el cine. A mí me pasa como a Irene, me sale el instinto asesino, no soporto a la gente que molesta en la sala, con ruidos, olores, hablando, dando pataditas por detrás en la butaca, etc, etc.

    Estoy libre de cometer ese sacrilegio, nunca compro palomitas en el cine, solamente una botella de agua a veces, y lo que solía hacer hace años era comer gominolas, ahora ni eso. Las palomitas las compraba en el super para hacerlas en el microondas en casa, por un precio muchíiiiiiisimo más asequible y únicamente cuando estaba sola, parece que dan compañía :D

    Saludos cordiales.

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