No es fácil echar la vista atrás y contemplar los éxitos de ayer cuando se ha descubierto el cine en una época marcada por las sagas y películas de superhéroes, las escasas conversaciones que despierta el cine de autor y el auge de unas plataformas de vídeo que hacen peligrar la supervivencia de los cines de todo el mundo. Sin embargo, y a pesar de la insoportable ignorancia en la que llevo sumido tanto tiempo, ya es momento de enfrentarme al cine de ayer. Ese cine desconocido y al que - quizás - tanto me cueste entender.
A pesar de que lo más indicado habría sido remitirme a los hermanos Lumière para conocer el nacimiento de este arte, empezar por los orígenes de los directores que ahora gozan de reconocimiento me pareció lo suficientemente interesante. Por lo tanto, fue el llamado Nuevo Hollywood (1967 - 1982) el que captó mi atención: esa hasta cierto punto efímera - pero no por ello menos significativa - corriente en la que los directores comenzaron a someter la voluntad de los grandes estudios, las calles de Los Angeles se vieron invadidas por todo tipo de drogas y cineastas como Scorsese, Coppola, Lucas y Spielberg se abrieron paso en un mundo en el que tan pronto estabas en la cima de tu carrera como en lo más profundo de un pozo sin fondo.
Influidos por el movimiento de la contracultura y el desencanto que trajeron consigo la Guerra de Vietnam y el gobierno de Richard Nixon, películas como Easy Rider (Dennis Hopper, 1969) se abrieron paso entre el público estadounidense de los años setenta con una facilidad pasmosa. Concretamente, y a pesar de lo caótica que fue su producción, esta road movie protagonizada por dos moteros (Hopper y Fonda) que, tras haber conseguido una considerable cantidad de dinero con la venta de cocaína, recorren la costa oeste de EEUU con el objetivo de llegar a Nueva Orleans, consiguió captar el desencanto y pesimismo que asolaba a un país fragmentado, racista y lleno de prejuicios siguiendo la cruda estela de Bonnie y Clyde (Arthur Penn, 1967).
Contando con una más que cuestionable edición (fruto del ego de un Hopper que no concebía vivir sin consumir droga), unas actuaciones sobresalientes que incluso le daría a Jack Nicholson su primera nominación al Oscar y una banda sonora excelente, Easy Rider - ganadora del premio a la Mejor Ópera Prima en su paso por Cannes - es una de las obras más importantes del llamado Nuevo Hollywood. Y aunque gran parte de su valía recae sobre el panorama socio-político en el que fue estrenado, este pesimista retrato de la sociedad americana es un título digno de ser analizado. Ya sea por la eventual influencia que ejercería sobre futuros cineastas, o por representar un tipo de cine que - hoy en día - está muerto.
Jerry
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