Ahora que estamos en pleno verano conviene revisar alguna película como ésta. Si os estáis planteando hacer buceo allá donde estéis, tenéis que ver esta película porque está basada en hechos reales y creedme que queréis aseguraros de que no os olviden de vosotros…
● Director: Chris Kentis.
● Cast: Blanchard Ryan, Daniel Travis.
● Música: Graeme Revell.
● Duración: 79min.
Open Water es una película basada en una historia real que narra las vacaciones de una pareja que se organiza una escapada para descansar de la ajetreada vida que llevan últimamente. Su destino es ir a la playa de Las Bahamas donde, entre otras cosas, harán submarinismo y serán abandonados en alta mar, merced a los ataques de tiburones.
¿Para qué mentir?: desde que empieza la película todo espectador aguarda con inquietud el momento en el que la pareja es abandonada en alta mar en una zona infestada por tiburones. Sí, seremos crueles… pero eso es lo que nos mueve en este tipo de películas. Y bueno, tras unos largos 20 minutos aproximadamente, los deseos se hacen realidad.
Conforme va avanzando la película, nos damos cuenta de que la guinda del pastel que tanto ansiábamos, y que en cierto modo prometía, no está presente debido a que la escalofriante situación de ser abandonado en el mar no está bien reflejada. ¿O quizás es que no es tan terrorífica?. Definitivamente, debe de ser que no está conseguida porque yo personalmente me moriría del miedo en una situación como esa.
Esta falta de “guinda del pastel” se debe, desde nuestro punto de vista, a un cúmulo de factores; falta de insistencia en momentos de tensión (o peligro) en el que los actores además podrían haber puesto más de su parte, poca profundidad a la hora de plasmar cómo se sienten los protagonistas reflejando por ello de una forma un tanto superficial el agobio y miedo que están sufriendo, falta de una buena banda sonora o efectos de sonido que podrían haber dado un toque mucho más terrorífico a la película (sí, sé que soy pesado con la música)...
A pesar de ello, la película no es como cualquier otra del género: no es un Tiburón spielbergiano, ni un terriblemente ficticio Deep Blue Sea… Es una historia real: hecho que añade terror a la cinta, sin siquiera haberla visto. ¿Esto ha pasado de verdad? ¿Podría pasarme a mí? Claramente da miedo.
Sin embargo, aunque el filme no transcurre de modo pesado, sí lo hace de forma decepcionante debido a las altas expectativas del espectador: “tiene que ser aterrador”-pensaríamos. Sí es cierto que se suceden diversas situaciones que son teóricamente escalofriantes, tales como la llegada de los tiburones, la presencia de medusas, el cansancio de los submarinistas, etc. ¡Pero no terminan de resultar eficaces!.
Sé que muchas veces nos quejamos de cómo Hollywood exagera distintos aspectos de sus películas (gente que es reanimada en un hospital de forma espectacular, bombas que parecen atómicas sin serlo en realidad, piruetas y patadas absolutamente imposibles…). Pues bien, en esta cinta falta un pelín de espectacularidad.
¿Por qué digo esto? Pues porque el público no ve aflorar la llama de la emoción que tanto nos gusta hasta el final de la película. Es entonces cuando, con un toque macabro y aterrador, se alcanzan ciertas expectativas del espectador (que no todas) sin ser por ello un factor que pueda alzar la calidad de un filme que, realizado de otra forma, podría haber sido grandioso.
Jerry
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