miércoles, 18 de octubre de 2017

ESPECIAL | Hablemos del final de Madre! (mother!)


Durante la proyección de madre! (Darren Aronofsky, 2017), la nueva película del responsable de Requiem por un Sueño (2000) o Cisne Negro (2010), una señora se levantó de la butaca en la que estaba sentada, entonó un indignado "de verdad, ¿pero qué es esto?" y abandonó la sala para no volver. En aquel momento, madre! se encontraba en su traca final: esos últimos minutos de absoluto descontrol en los que resulta hasta comprensible que el público pierda la paciencia, se tire de los pelos o empiece a echar espuma por la boca. Sin embargo, en aquella sala sólo se movió la señora del peroquéesesto. Los demás nos quedamos quietos, con la boca abierta y los ojos a punto de salirse de sus órbitas. Enmudecidos, consternados y lo suficientemente intrigados como para aguantar hasta su muy esperado desenlace. 

Hablemos de madre!.

[Alerta: SPOILERS]
A pesar de que al abandonar la sala me di cuenta de que había entendido bastante poco de lo que acababa de ver, llegué a casa con la sensación de que madre! era sumamente relevante. Aunque parezca ilógico, teniendo en cuenta la evidente reflexión que Aronofsky plantea sobre el egocentrismo que gobierna al proceso artístico o lo despiadados que son la popularidad y los fanatismos del siglo XXI, sentir admiración por madre! pese a no haber entendido gran parte de su historia, me parecía de todo menos raro. Tanto es así que se me ocurrió que, si llegaba a entender la película en su totalidad, probablemente no sólo me sintiese sorprendido o satisfecho con ella, sino hasta fascinado. Y así fue. 

Hay que reconocerlo: no es fácil perderse en la trama de madre!. Por muchas locuras que atormenten a la protagonista (fantástica Jennifer Lawrence), el filme cuenta con un inicio, un desarrollo y una conclusión bastante bien definidos. Sin embargo, su historia es retorcida y exige un precio al espectador: el de la reflexión y la búsqueda de más información. Es más, en algunos pases de prensa de Estados Unidos se llegaron a facilitar hasta doce hojas de anotaciones del propio Aronofsky para facilitar la comprensión de su trabajo. Y es que, aunque interpretar los detalles de la película sea un reto, en el momento en el que te dan la pista definitiva, el cielo se abre. Porque si os digo que Bardem es Dios, Lawrence es la Madre Tierra, Harris es Adán y Pfeiffer es Eva, el panorama cambia. ¿O no es así?

Durante el primer acto de la película se nos ofrece una poco convencional representación del Viejo Testamento. Dios (Bardem) crea la vida en la Tierra (su casa), protegida por Lawrence que, como Madre Tierra, intenta darle forma y proteger su integridad. De pronto, Dios toma dos decisiones: por una parte invitar a Adán (Harris) a su Jardín de Edén, prohibiéndole - eso sí - tocar el fruto localizado en el despacho, y por otra dar vida a Eva (Pfeiffer), justificando así la herida en el costado que se le puede ver a Harris en la escena del baño (pues Eva fue creada a partir de una costilla de Adán, como muy bien establecen las escrituras, Gn 2:21-22) y la posterior llegada de Eva a la casa. Ante la curiosidad e insolencia de la recién llegada, Madre Tierra se esfuerza por mantener a los invitados alejados del despacho, lugar donde - recordemos - está el fruto prohibido (la piedra), pero Eva es perseverante y consigue hacerse con el fruto, que cae al suelo y se rompe, desatando así la ira de un Dios que, pese a cerrar las puertas de su Jardín, les termina perdonando.

Es entonces cuando, después de que Pfeiffer y Harris mantengan relaciones, aparecen dos nuevos personajes: Caín (Domhnall Gleeson) y Abel (Brian Gleeson), hijos de Adán y Eva. Tal y como ocurre en el relato bíblico, Caín, en un arrebato de envidia (en este caso desencadenado por una herencia), asesina a Abel, momento a partir del cual una nueva generación de hombres y mujeres prospera, ejemplificada en aquella multitud que llega a la casa para atender el funeral de Abel. Sin embargo, tantos los hombres como las mujeres se vuelven egoístas, irrespetuosos y dan la espalda a una Tierra que, desesperada, intenta mantener el orden hasta que llega el diluvio universal, representado en aquel escape de agua consecuencia de la rotura de una tubería que - más o menos - termina inundando la casa. La práctica totalidad de la humanidad desaparece. Y vuelve la paz.

En ese periodo de tranquilidad, Lawrence queda embarazada, pasando - quizás - a representar a la Virgen María (recordemos ese "nunca me tocas"), Dios recupera su inspiración y el Mesías llega a la Tierra destinado a dar su vida por una humanidad sumida en el más absoluto caos moral. Este salvador no es otro que el bebé de la protagonista, cuyo cuerpo y cuya sangre - cumpliendo con la simbología del sacramento de la Eucaristía - es tomado por los hombres en un acto terriblemente gráfico de canibalismo. Ante esta atrocidad, Lawrence - devastada - desencadena el equivalente al Apocalipsis, que borra de la faz de la Tierra todo rastro de vida y posibilita al poeta (Dios) comenzar de nuevo su obra para que, esta vez, quizás todo salga bien. Nace un nuevo día y una nueva Madre Tierra abre los ojos. Fundido a negro.

Con todo lo dicho no pretendo sentenciar una única y verdadera explicación de madre!, porque la gran virtud de esta película es que está sujeta a incontables interpretaciones. Lo que sí me parece indiscutible es que lo nuevo de Aronofsky funciona como una muy interesante película de misterio, excelentemente ejecutada y protagonizada por algunas de las caras más cotizadas en Hollywood, que, además, va a sumir al público en un debate y una polémica que muy probablemente se prolongue hasta dentro de mucho tiempo. Y es que, aunque madre! puede ser leída de muchas formas, hay incontables misterios que tardarán en esclarecerse. ¿O es que alguien conoce el significado del líquido amarillo que bebe Lawrence, del corazón que aparece en el retrete o del sapo del sótano?

¿Alguna idea?


Jerry
Imagen vía Collider

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