jueves, 7 de febrero de 2019

CRITICA | Glass


Por mucha expectación que la producción de Glass (M. Night Shyamalan, 2019) despertase, la inmensa mayoría del público no aguardaba lo nuevo de Shyamalan por ser la tercera parte de una trilogía nacida hace diecinueve años con El Protegido (M. Night Shyamalan, 2000), sino por comportarse como la secuela de Múltiple (M. Night Shyamalan, 2016), aquella película protagonizada por James McAvoy que sacudió la taquilla por la arrebatadora actuación de su protagonista y lo aparentemente revitalizado que parecía estar el cine del director de El Sexto Sentido (M. Night Shyamalan, 1999). Esto podría justificar por qué Glass ha sido capaz de aguantar varias semanas como número uno en taquilla a pesar de que la crítica haya hecho sangre con ella y de que el público - en general - esté saliendo de las salas disgustado, algo que no deja de ser sorprendente por lo esperables que eran todas y cada una de las irregularidades de la película.

Estaba bastante claro que Glass no iba a ser del todo fiel a ninguna de sus dos predecesoras. Al fin y al cabo, El Protegido y Múltiple son dos películas que, además de que nacieron en dos momentos de la trayectoria profesional de su director completamente distintos, no podrían tener estilos más dispares. Así como la primera, que ha envejecido francamente bien, brillaba por su falta de pretensiones, su elegancia a la hora de homenajear al mundo del cómic y su discreción o, incluso, escaso carisma, Múltiple - que no era, ni por asomo, perfecta - prometía más pirotecnia, coqueteaba con un terror psicológico poco efectivo - pero facilón (y, por ende, para muchos complaciente) - y se dirigía a un sector del público más mainstream que, probablemente, no supo interpretar el cameo final de David Dunn. Por lo tanto, el intento de cuajar en un mismo título películas tan distintas, y dirigidas a perfiles de espectadores tan diferentes, era muy arriesgado. Porque ahí donde unos aplaudirían, otros echarían pestes. 

Como cabía esperar, Shyamalan no ha sabido conferirle a la historia de Glass la regularidad - o llamémosle armonía - que West Dylan Thordson sí ha alcanzado fusionando su trabajo en Múltiple con el de James Newton Howard de El Protegido. Y es que Glass, pese a sus incuestionables virtudes, es una película irregular por culpa de su historia. El filme cuenta con un arranque prometedor capaz de satisfacer a los amantes de la original, pero que se desinfla progresivamente hasta llegar a un desenlace poco convincente que - no exento de sorpresa - no alcanza un clímax digno de ninguna de sus dos predecesoras. Y esto es una lástima, porque lo último de Shyamalan - un cineasta con una filmografía extremadamente valiosa por la originalidad y el cariño que transmite en todos sus títulos - es una demostración más de que el trabajo del director detrás de las cámaras vale su peso en oro, sin que esto signifique que con Glass haya dado en el clavo. Porque conectar dos filmes tan distintos como El Protegido y Múltiple no era un trabajo difícil, sino uno prácticamente imposible. Y esto Shyamalan tendría que haberlo sabido.


Jerry

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