martes, 1 de octubre de 2019

CRITICA | Ad Astra


Es una lástima que sólo acostumbren a llegar a las pantallas españolas los primeros trailers de las producciones estadounidenses. Desde que existen los teasers - una herramienta muy utilizada en las campañas de marketing de los blockbusters - rara vez llegamos a ver más de un avance publicitario de las películas que se estrenan en nuestro país. Y aunque el acceso a los llamados "segundos trailers" esté a golpe de ratón, no solemos tomarnos la molestia de buscarlos si el primero no nos ha gustado, incurriendo así en un comprensible error que, no obstante, no deja de existir por la sobreconfianza que depositamos en lo que las grandes productoras quieren que esperemos de sus estrenos. Y precisamente Ad Astra padece de esto, porque su primer trailer es muy desafortunado.

Así como el primer avance de lo nuevo de James Gray (The Lost City of Z) promete un filme de ciencia ficción al más puro estilo Armageddon, su segundo trailer (no proyectado en pantallas a pesar de ser mucho más fiel a la película) presenta un relato íntimo sobre cómo un joven astronauta llamado Roy McBride (Brad Pitt) intenta rellenar el vacío que dejó el abandono de su padre (Tommy Lee Jones) dedicándose, paradójicamente, al más profundo y extenso de los vacíos: el espacio.

Aprovechando la repentina amenaza que suponen para la supervivencia de la raza humana unas sobrecargas de energía provenientes de una base espacial localizada en Neptuno, James Gray nos invita a acompañar a Roy en un viaje personal a través del espacio, trasladándonos a un futuro no tan lejano en el que la Luna es un destino turístico y la vida en Marte una posibilidad. En este viaje, aplaudido por su inmaculado apartado visual y su aparente exactitud a la hora de representar los viajes espaciales, el público se sumerge en las profundidades del pensamiento de Roy (Brad Pitt en estado de gracia) mientras éste se acerca a la periferia del Sistema Solar para poner fin a la amenaza, ofreciéndonos a  su vez un relato esperanzador sobre la soledad que no dejar de causar desazón por la existencial cuestión que plantea. Y es que el poder de Ad Astra no sólo reside en el incuestionable poder que tienen sus imágenes o lo francamente bien planteadas que están sus escasas - pero suficientes - escenas de acción, sino en lo inquietante que resulta pensar que realmente podemos estar solos en un universo tan esplendoroso, vacío y lleno de estrellas como el nuestro. 


Jerry
Imagen vía Filmaffinity

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