[ATENCIÓN:
versión REDUCIDA de la crítica, para ver la extendida click aquí]
Llevar un año entero esperando
una película sin haber leído apenas artículos u opiniones sobre ella, y
sin tan siquiera haber visto los
trailers de la misma, es una ardua tarea que lleva implícito un durísimo
sufrimiento que no se puede detener con nada más que con el consuelo de, por lo
menos, acudir a su preestreno por cortesía de la Warner.
Sí, pude acudir a uno de los
privilegiados preestrenos de La
Desolación de Smaug. Pude llegar con cuarenta minutos de antelación para
comprobar que, si me hubiese retrasado cinco minutos más, me habría quedado sin
una butaca en pleno centro de la sala. Pude presenciar los vítores y aplausos cuando
las luces de la sala se apagaron, para, poco después, sumergirme en un momento
en el que un público - sediento de universo Tolkien
- se sumiría en un solemne silencio que sólo podría romper Howard Shore.
Entonces, en un abrir y cerrar
de ojos, todos los ahí presentes vivimos una épica aventura por la Tierra Media
que no sólo sirvió para callar a los injustos críticos con Jackson, sino para
que los amantes de estas películas asumamos que esto se acaba… Desgraciadamente,
a la Tierra Media cinéfila le queda muy poquito tiempo.
● Año: 2013
● Director: Peter Jackson
● Cast:
Martin Freeman, Ian Mckellen, Richard Armitage, Benedict Cumberbatch,
Evangeline Lilly, Orlando Bloom, Lee Pace, Luke Evans, James Nesbitt…
●
Música:
Howard Shore
●
Duración:
161min
Es inevitable. Uno ya siente,
cuando ve los logos de New Line, de Warner y de la Metro, un escalofrío en la nuca que no hace más que empeorar con la
melodía de un mejoradísimo Shore. Uno se conmueve y se prepara para un retorno
a la Tierra Media por todo lo alto; un retorno que comienza con un prólogo no
tan resultón como el de los anteriores filmes, pero sí lo suficientemente
potente – en parte gracias al acertadísimo (y descaradísimo) cameo del
ilustrísimo Sr. Jackson – como para que los quisquillosos amantes de estos
relatos nos relamamos de forma descontrolada al asumir que – tal y como dijo
Galadriel en La Comunidad del Anillo -
“el mundo ha cambiado”.
Y es que atardece en la alegre
y colorida Tierra Media de Un Viaje
Inesperado. Nuestra compañía se encuentra en plena huida de los orcos que
ya les acecharon a su salida de las minas… Una huída que no hará más que
conducirles a un apasionante circuito de pruebas y de trampas que,
eventualmente, terminará en la anticipada Erebor y en la oscura y siniestra Dol
Guldur.
Después de contemplar esta espectacular
secuela, ya no es lógico que haya gente que siga poniendo en duda la decisión
de Jackson de dividir esta aventura en tres películas distintas. No tiene ni
pies ni cabeza porque cuando uno ve La
Desolación de Smaug se da cuenta – si es que ya no lo había hecho con Un Viaje Inesperado – de que la gigantesca
envergadura de esta historia resulta imposible de adaptar en un mísero filme si
el fin de su creación era el de alcanzar la calidad suprema.
Y ya no sólo resulta tedioso
el escuchar comentarios relativos a su extensión, sino que ya es ilógico que se
prosiga con esa insistente desvergüenza que osa comparar El Señor de los Anillos con El
Hobbit. Así como la anterior trilogía destacaba sobre todo por su
belicismo, esta nueva serie de películas opta por una más desenfadada aventura que,
sin embargo, será como ninguna otra que hayáis visto en la gran pantalla.
El
Hobbit: La Desolación de Smaug no hace más que reafirmar lo
que es y de dejar bien claro que sus aventuras son igualmente admirables que
los asedios del Abismo de Helm o de la Ciudad Blanca. En esta ocasión, presenciaremos
un ejército de temibles arañas no muy distintas de la repulsiva Ella-Laraña, una de las huídas más
admirables y espectaculares del actual panorama cinéfilo protagonizada por unos
complejísimos barriles de vino, una civilización élfica envenenada por su
aislamiento y revitalizada por dos asombrosos y acertadísimos guerreros cuya
presencia en el filme fue más que cuestionada (sí, hablo de Légolas y de
Tauriel), una ciudad en el lago habitada por unos humanos recelosos a las
visitas de extraños pero sedientos de riquezas, y de un acto final trepidante
protagonizado por un espectacular dragón – y rey bajo la montaña – llamado Smaug.
Esta película no sólo
multiplica por siete el épico y aventurero nivel de grandeza de la Tierra
Media, sino que además presagia un explosivo e incendiario desenlace que
probablemente llegue a estar a la altura del grandioso Retorno del Rey. Elfos, enanos, orcos y humanos chocarán entre
ellos en una tercer entrega que promete esperpénticas dosis de acción, el acertadísimo
establecimiento de un lazo conector entre la trama de este viaje inesperado y de la odisea a Mordor para destruir el anillo, y
la coronación de los hobbits como unas criaturas fascinantes.
Porque sí, señores, tal y como
dice Balin, el valor de los hobbits es increíble. Y la capacidad de Jackson
para trasladar la Tierra Media a la gran pantalla más aún.
●Te
gustará si:
tú también crees que los hobbits son criaturas fascinantes. Rectifico: los
hobbits, los enanos, los elfos, los orcos, los magos… y los dragones.
●
No te gustará si, simple y llanamente, no te gustan las
películas de aventuras.
Jerry
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