No todo es lo que parece. Probablemente
muchos de vosotros penséis que hay que ser muy estúpido para estar viendo
películas con tramas devastadoras porque para lo único que sirven es para hacernos
sentir mal. Y es que me consta que mucha gente no acude a las salas
a ver este tipo de filmes porque no quiere “pasar un mal rato” y porque lo que
buscan es “ir al cine a pasarlo bien”.
Pues bien, a todos los que
crean que me equivoco al ver este tipo de películas porque no son más que –
como me gusta decir - contraproducentes, he de decirles que los que se equivocan son ellos al perderse estas aparentes bombas de relojería que, sin embargo, pueden llegar a enseñar tanto.
No sólo aportan perspectiva, sino que, además, pueden llegar a despertar el agradecimiento que todos tenemos oculto en
nuestros frívolos corazones: un agradecimiento tan contagioso que, tras contemplar
durante aproximadamente dos horas unos tristísimos fotogramas, nos hace sonreír,
llorar y querer exclamar en voz bien alta un sonoro y sincero “gracias”.
● Año: 1994
●
Director:
Frank Darabont
●
Cast:
Tim Robbins, Morgan Freeman
●
Música:
Thomas Newman
●
Nominaciones a los Óscar: Mejor Película (Nominada), Mejor Actor
(Martin Freeman – Nominado), Mejor Guión Adaptado (Nominada), Mejor Fotografía
(Nominada), Mejor Edición (Nominada), Mejor Banda Sonora Original (Nominada),
Mejor Mezcla de Sonido (Nominada)
●
Duración:
142min.
Muchos no seréis capaces de
terminar de comprender cómo una simple película es capaz de hacer algo así... Y muchos os preguntaréis - sabiendo que soy un cinéfilo muy moñas - cómo puedo mantener la calma ante una
vivencia muy triste, no gritar ante una injusticia o mantener inexpresivo mi rostro ante una situación estresante. Paradójicamente,
en el cine no soy así: ponedme esos momentos en una envolvente gran pantalla y
veréis cómo tiemblo, cómo lloro y cómo sonrío. Quizás sea la banda sonora.
Quizás sea la oscuridad de la sala del cine. Quizás sea que soy un moñas de mucho cuidado. O quizás sea la intimidad que me
brinda el ver una película a oscuras. No lo sé.
Lo que sí que sé es que hace
poco volví a ver Cadena Perpetua: esa
película del genial Frank Darabont que nos introduce en la historia de Andy
Dufresne, un hombre ¿injustamente? sentenciado a cadena perpetua por el
asesinato de su mujer y de su amante. Un filme que, pese a ser un drama en toda
regla, no termina funcionando como una obra devastadora sino más bien como una sobrecogedora oda
a la libertad, a la amistad y a la esperanza. Por lo tanto, Cadena Perpetua es lo
suficientemente emocional como para estar incluida dentro de este ciclo: no por
lo autodestructiva que pueda ser, sino por lo aparentemente desgarradora que parece y
lo bonita que termina siendo.
No todo es lo que parece.
No todo es lo que parece.
Partiendo de un relato del
maestro del terror Stephen King, Frank Darabont dio vida – fotograma mediante –
a una de las historias más bonitas que he visto en la gran pantalla. Valiéndose
de una exquisita dirección, unas actuaciones sobresalientes, una banda sonora
espectacular y un guión muy trabajado, se construyó, de forma totalmente inesperada,
la película definitiva sobre la perseverancia, la confianza y la esperanza. Una
historia llena de injusticias y contratiempos que termina funcionando como un
ejercicio de autoayuda con el que todo espectador aprenderá el verdadero valor
de la, ya no esperanza, sino fe en el futuro.
Sí, señores. Cadena Perpetua me conquistó, me
hipnotizó, e hizo despertar dentro de mí al más ñoño de los bloggers de
internet. Pero me da absolutamente igual porque esta
película se lo merece. Este filme merece ser la razón por la que muchos de
nosotros nos vayamos sonriendo a la cama con ganas de crecernos ante la
adversidad. Y punto.
No podría haber sido más
apropiada la fecha elegida para que esta crítica viese la luz en MCDC. Tras un duro verano de estudio y
una perspectiva de futuro inmediato académicamente intensa y socialmente
desoladora, en la que probablemente muchos de mis compañeros y yo flaqueemos y
creamos que es imposible alcanzar lo que llevamos seis años cultivando,
el cine acude en nuestra ayuda ofreciéndonos el esperanzador mensaje de Cadena Perpetua. Un mensaje que va más
allá de todo lo que un crío de veintitpocos
años pueda entender, pero que resulta lo suficientemente eficaz como para
hacerme sonreír, alzar bien alta la cabeza y coger con ganas toda situación
adversa. Porque después de todas las penurias imaginables, llega la calma.
Una calma que sólo se alcanza
si escuchamos – y aplicamos en nuestra vida – ese “Get busy living, or get busy dying”.
●Te
gustará si:
tienes ganas de ver una película espectacular.
●
No te gustará si:
no estás interesado en historias que pueden hacer temblar a tus glándulas
lagrimales.
Jerry
Comparto tu crítica!!!
ResponderEliminar¡Qué bien! Me alegro mucho :)
EliminarDe los mejores finales que he visto en una película, y la mejor película carcelaria que hay, sí señor.
ResponderEliminarEsque es TODO tan perfecto...
Estoy muy de acuerdo con lo que mencionas de que es muy emotiva y muy bonita, no desgarradora.
Aplausos.
¡Desde luego! No he visto ninguna película del estilo taaaan buena. Un saludo!
EliminarMuy buena la peli, la verdad , hace tiempo que no la veo pero me acuerdo que me gusto.
ResponderEliminarYo hacía también mucho que no la veía, ¡y me gustó aún más!
EliminarEste es un peliculon, muy buena crítica!
ResponderEliminarhttp://elclubdeloscinefilosmuertos.blogspot.com.es/
¡Muchas gracias!
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