martes, 20 de febrero de 2018

CRITICA | El Hilo Invisible


Muchos se me echan al cuello cuando reconozco que perdí la pista a Paul Thomas Anderson con Magnolia (1999). A pesar de que aquella historia de coincidencias, y casualidades, y cruces, y cosas extrañas, y de tal y cual, y de quién sabe, en su momento me abrió los ojos a un tipo de cine que hasta entonces no había conocido y me animó - mucho más de lo que pensé - a desarrollar el hábito que tengo de opinar sobre toda película que pueda, no he visto ni su aclamada Pozos de Ambición (2007), su divisiva The Master (2012) ni su más reciente Inherent Vice (2014). Sin embargo, sabía que El Hilo Invisible (2017) no se me iba a escapar. Y no lo hizo.

El éxito de la nueva película de Anderson - nominada en seis categorías de los inminentes premios Oscar - se ha visto acompañado de la triste noticia de que Daniel Day-Lewis (Londres, 1957) ha decidido abandonar su carrera en Hollywood después de cuarenta y siete años en activo, seis candidaturas a los Oscar y tres históricas victorias. Esta noticia, que a muchos nos ha pillado desprevenidos, no es de extrañar si tenemos en cuenta que, durante la duración completa de los rodajes en los que participa, Lewis acostumbra a permanecer veinticuatro horas al día dentro de los personajes a los que interpreta. Por lo tanto, con cada uno de sus trabajos, Lewis deja de ser Lewis y pasa a comportarse como Lincoln o Christy Brown en su día a día, suponiéndole esto un esfuerzo inconmensurable que, al final de cada producción, le hace cuestionarse si realmente debería seguir dedicándose al mundo del espectáculo por el vacío que sus personajes dejan tras de sí.

En El Hilo Invisible, el octavo trabajo de Anderson y su segunda colaboración con Lewis, el actor interpreta a Reynolds Woodcock, un exclusivo y maniático diseñador de moda que, al conocer a la joven Alma Elson (Vicky Krieps), ve cómo su vida cambia de dirección sin que él pueda hacer prácticamente nada para controlarlo. El filme, exquisitamente rodado por el que ya es un maestro consolidado del arte audiovisual, a pesar de contar con una historia que - aunque original - no termina de ser revolucionaria, ha conseguido ascender a lo más alto por su apabullante fondo de armario, su inquietante banda sonora, las arrebatadoras actuaciones de Lewis y Manville (ambos nominados) y por la increíble dinámica - tan real, tóxica y encantadora - que hay entre Woodcock y Alma. Con ellos al frente, esta extraña historia sobre la pasión y dedicación al trabajo y su enfrentamiento a los dictámenes del corazón, no sólo funciona como una firme candidata a llevarse la estatuilla como Mejor Película en la próxima gala de los Oscar, sino como una dignísima despedida de Lewis.


Jerry
Imagen vía TIME

1 comentario:

  1. Hola! No conocía la película pero tiene buena pinta. Gracias por la crítica.

    Un saludo!

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