Aunque el objetivo de los premios Oscar de la Academia sea reconocer anualmente el talento y la calidad cinematográfica de las últimas películas estrenadas, tanto las nominaciones como la ceremonia de entrega - y toda la parafernalia que la rodea - se valen del panorama social del momento para ganar prensa, hacerse escuchar y dirigir las nominaciones y premiados sobre unos colectivos u otros, poniendo así en riesgo la presunta objetividad que los gobierna. Prueba de ello es que, en la que funcionará como su nonagésima ceremonia, se ha ignorado por completo a la que hace tan sólo unas semanas resonaba como una de las favoritas: The Disaster Artist, la nueva - y espléndida - película dirigida y protagonizada por James Franco.
Así como en los últimos años el debate de esta gala ha girado en torno la poca representación de las minorías en la industria o el triunfo de partidos políticos de credibilidad cuestionable, este año - como es lógico - la gala se va a ver desbordada por el último escándalo de la alfombra roja: el abuso de poder de los altos mandos de la industria sobre la mujer. Y yo, sin querer entrar en lo más o menos hipócrita que me parece ese #TimesUp por la más que evidente vista gorda que han hecho todos los ahora muy reivindicativos individuos con escándalos tan serios - y hasta fundados - como es el de Woody Allen, no puedo hacer otra cosa que lamentar el ninguneo que se le ha hecho a lo último de James Franco.
Aunque muchos no se lo crean, hace unos años un tal Tommy Wiseau, de edad y origen desconocido, llevó a la gran pantalla una película titulada The Room (2003) tras haber hecho una inversión de hasta seis millones de dólares (pagados de su bolsillo) y haber contratado a todo un equipo sin tener ni un mísero antecedente en la industria. El filme, a pesar de fracasar en taquilla y de haber sido machada por la crítica (que la señaló como "una de las peores películas de la historia"), se hizo eco entre algunos sectores del público y, con el tiempo, adquirió una fama que hoy en día es historia.
Franco, un actor de renombre del que desde hace años se conocen sus - digamos - desencuentros con jóvenes, ha llevado a la gran pantalla una película que no sólo desborda originalidad, humor y cariño por el cine, sino que además cuenta con una de las mejores actuaciones que el actor ha brindado en toda su carrera. Por lo tanto, y después de que Franco haya ganado el Globo de Oro por precisamente The Disaster Artist, que la Academia haya prescindido de su nominación no sólo me parece un gesto desafortunado por eso de que se haya preferido ahorrar una mala prensa o una situación similar a la que se enfrentó Casey Affleck el año pasado (recordemos que Brie Larson le entregó la estatuilla pero no le aplaudió), sino que además me parece que está mal planteada: ¿que mejor castigo para un presunto - porque sí, es presunto - abusador que tener que pasear una alfombra roja reventada de reivindicaciones o tener que subir al escenario a dar un discurso que muy probablemente él mismo no quiera dar?
O lo que es peor, ¿por qué Scarlett Johansson le pide a Franco que le devuelva el pin con el que recogió el Globo de Oro (que defendía el movimiento #TimesUp) pero no se posiciona con respecto a las acusaciones hacia el que una vez fue su maestro? ¿Hasta qué punto se puede dejar que las vidas de los profesionales de la industria influyan, como está ocurriendo, en sus trabajos o su reconocimiento?
¿De verdad vamos a ningunear ahora a Alfred Hitchcock?
Franco, un actor de renombre del que desde hace años se conocen sus - digamos - desencuentros con jóvenes, ha llevado a la gran pantalla una película que no sólo desborda originalidad, humor y cariño por el cine, sino que además cuenta con una de las mejores actuaciones que el actor ha brindado en toda su carrera. Por lo tanto, y después de que Franco haya ganado el Globo de Oro por precisamente The Disaster Artist, que la Academia haya prescindido de su nominación no sólo me parece un gesto desafortunado por eso de que se haya preferido ahorrar una mala prensa o una situación similar a la que se enfrentó Casey Affleck el año pasado (recordemos que Brie Larson le entregó la estatuilla pero no le aplaudió), sino que además me parece que está mal planteada: ¿que mejor castigo para un presunto - porque sí, es presunto - abusador que tener que pasear una alfombra roja reventada de reivindicaciones o tener que subir al escenario a dar un discurso que muy probablemente él mismo no quiera dar?
O lo que es peor, ¿por qué Scarlett Johansson le pide a Franco que le devuelva el pin con el que recogió el Globo de Oro (que defendía el movimiento #TimesUp) pero no se posiciona con respecto a las acusaciones hacia el que una vez fue su maestro? ¿Hasta qué punto se puede dejar que las vidas de los profesionales de la industria influyan, como está ocurriendo, en sus trabajos o su reconocimiento?
¿De verdad vamos a ningunear ahora a Alfred Hitchcock?
Jerry
Imagen vía Screenrant
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