A pesar de que desde el momento en el que vi Rogue One (Gareth Edwards, 2016) sentí la necesidad de exponer todos y cada uno de sus aciertos por escrito, no quise pecar de sentimental y decidí esperar a un segundo visionado para así intentar defender esta nueva entrega del universo Star Wars sin caer en la inevitable subjetividad que gobierna gran parte de las entradas de esta página. Y aunque el juicio de valor de un fanático como yo va a estar siempre sesgado, ahora me siento lo suficientemente recuperado del éxtasis como para intentar razonar por qué la historia de la operación que permitió a la Alianza Rebelde hacerse con los planos de la Estrella de la Muerte no sólo tiene mérito, sino que además merece la pena.
Sobra decir que esta entrada tendrá SPOILERS. No digan que no he avisado.