La Grandeza de "American Horror Story: Coven"

No me considero un fan incondicional de la serie American Horror Story. Su primera temporada a pesar de que me pareció bastante irregular, me cautivó por la soberbia cantidad de novedad que fluía a través de sus episodios… No entendía muy bien por qué, pero era consciente de lo diferente que resultaba la serie. Y eso me fascinaba. Sin embargo, pronto llegó el aclamado Asylum; ese centro psiquiátrico para los mentalmente inestables que tantas pasiones levantó entre público y crítica, y que tantísima frustración despertó en mi persona.

Tardé diez meses en terminar su segunda temporada. Me aburría, me enfurecía y me frustraba que todo el mundo estuviese disfrutando de una serie que yo - al parecer - no conseguía valorar. Pero es que, inevitablemente, mi más absoluta repulsión despertaba cada vez que la temática de Asylum introducía un nuevo elemento para rellenar el vacío temático de la temporada, mientras Bloody Face – el parádojico eje central de la propuesta- era fatalmente explotado.

Pese a que mi esperanza yacía en el cubo de la basura seriéfilo, me aventuré a ver las promociones de American Horror Story: Coven y, desde el primer momento, supe que esta tercera temporada sería un acierto.

● Creador: Ryan Murphy

● Género: Terror. Thriller.

● Reparto: Sarah Paulson, Taissa Farmiga, Jessica Lange, Emma Roberts, Jamie Brewer, Gabourey Sidibe, Denis O’Hare, Lily Rabe, Kathy Bates, Evan Peters…

● Duración: 3 temporadas (2011-Presente)

● País de Origen: EEUU

Con Coven lo que Ryan Murphy nos ofrece es una temática más elegante, menos ruda y, sobre todo, más regular. Parece que han quedado atrás los días de Murder House, en los que los episodios – a pesar de despertar pasiones – resultaban perturbadores gracias a una cantidad desorbitada de perversos fantasmas que campaban a sus anchas por una convenientemente incomprensible casa, así como los días de Asylum, que para mí eran repulsivos por la poca vergüenza que tenían sus realizadores al ofrecernos una serie sin un propósito temático claro.

Sin embargo, American Horror Story es American Horror Story y, si algo hemos aprendido a lo largo de estos tres años, es que, a la hora de verla, se tiene que tener claro que la serie hace lo que le da la real gana. Rompe etiquetas, destroza las bases de la lógica narrativa, introduce elementos a la trama tan inapropiados para el género como alucinantes, y, lo más importante de todo, no va a dejar de ser quien es.

Puede que Coven sea más regular y no tenga tantos baches en el camino hacia su meta – el lejano episodio trece que no quiero que llegue nunca -, pero eso no le arrebata el alma de American Horror Story: ese aparente don que tiene Ryan Murphy para dar a luz una serie totalmente distinta que tiene la poca vergüenza de deleitarnos con elementos tan distintos, que uno nunca puede imaginarse qué va a deparar el episodio siguiente.

Así como esta virtud de la serie para mí resultó ser la maldición que sentenció a su sobrevalorada segunda temporada (lo siento pero – atención SPOILERS – sigo sin entender cómo aliens, locos, exorcizados, bestias mutantes, magia, nazis, monjas, asesinos en serie y pervertidos sexuales pueden caber de forma ¿lógica? ¿disfrutable? ¿atractiva? en una miniserie), en el caso de Coven se ve reforzada porque el círculo se ha fijado en torno a la figura de las brujas de Salem, un eje lo suficientemente amplio como para sorprender a los espectadores con novedosas situaciones y lo satisfactoriamente reducido como para que no se les vaya la mano con elementos que no puedan ni pegarse con cola a su historia.

Por ello, Coven es, hasta ahora (y desde mi humilde punto de vista), la mejor entrega de esta serie. Es gamberra y hace lo que le da la gana, no se anda con estupideces ni se va por las ramas, ofrece exactamente lo que prometió, y nos sumerge en un elegante, perverso y feminista mundo de brujería extremadamente atractivo. Si a ese mundo además se le añaden unos personajes con semejante riqueza y potencial, y una banda sonora que es - cuanto menos - poderosa, entonces no sólo nos derretiremos de seriéfila satisfacción, sino que no dejaremos de encontrar el momento para entonar ese "La, la, la, la, la, la" mientras "Dominique" queda recluido en el contenedor de nuestro renovado cerebro.

Eso sí, sus créditos iniciales me parecen los más flojos hasta la fecha. Pero, seamos honestos, en algo tenía que fallar.

Jerry