Alguna vez ya he comentado que
cuando uno tiene intención de ir al cine, lo más conveniente es que se informe
sobre la película que va a ver. Está claro que ni siquiera yo hago eso siempre
(de ahí mi más absoluta – y desagradable – sorpresa al ver Don Jon por su excesiva alusión al porno), pero lo que me
diferencia de otro sector mayoritario de la población madrileña, es que yo voy
- como poco - una vez por semana al cine. Otros no.
Por ello, si yo de vez en
cuando me llevo una sorpresa, me da bastante igual. Una sesión catastrófica de
cine por cada cuatro de ellas al mes no me parece un dato alarmante. Sin
embargo, cuando no estás acostumbrado, o te cuesta tomar la iniciativa para ir
a tu cine más cercano, si encima que vas, la película te sorprende (para mal),
entonces tenemos un problema tanto tú como yo: tú lo tendrás porque el filme te
desagradará y no querrás volver a las salas para “malgastar tu dinero”, yo lo
tendré porque no pararás de hablar durante todo el transcurso de la proyección.
Hasta que te mande callar.
● Año: 2013
● Director: Nicolas Winding Refn
● Cast:
Ryan Gosling, Kristin Scott Thomas, Vithaya Pansringarm, Ratha Phongam…
●
Música:
Cliff Martinez
●
Duración:
90min.
Sólo
Dios Perdona
(cuyo título original, no sé por qué, me parece mucho más elegante a pesar de
significar exactamente lo mismo) es una de esas películas a las que tienes que
ir sabiendo exactamente qué va a ser lo que te vas a encontrar. Si lo haces, no
te sorprenderá nada que en la película haya pocos diálogos, que vaya a ser
bastante violenta, y que la historia pueda llegar a ser muy, muy extraña.
Si no recoges un mínimo de
información sobre ella, entonces probablemente te horrorizará, despertará tus más violentos instintos
asesinos contra la industria del cine, o bien desarrollarás una desagradable verborrea
que conllevará el arranque de un debate con tu acompañante a un nivel grotesco
de decibelios capaces de romper la tensión de un filme cuyos cimientos están
hechos de silencio y perturbadora música, hasta el momento en el que un
jovencito de 23 años recién cumplidos, gafapastas, con muy mala leche, y que
está experimentando una esperpéntica taquicardia, te pida (siempre “por favor”)
que cierres tu maldito pico si no quieres que se abra la maldita caja de
Pandora. Una caja casi tan horripilante como el párrafo uni-frase que acabo de escribir sin
comerlo ni beberlo.
Sí, señores. Sólo Dios Perdona me sumió en semejante
estado de admiración, que tuve que mandar callar a mis vecinos de la fila nueve
por lo mucho que sus comentarios contribuían a resquebrajar la sinapsis
cinéfila que estaba estableciendo con la película. Y es que, desde el minuto
uno de su metraje, el nuevo trabajo del director de Drive me dejó sumido en un embriagador estado de fascinación que
probablemente sólo se debía a lo oscura que era su banda sonora y a lo
visualmente interesantísimas que eran todas sus escenas.
La historia de esta película -
injustamente machacada por la crítica – está cimentada sobre un contexto temático muy
simple que, paradójicamente, ha sido planteado (por Winding Refn) de una manera bastante
compleja, pudiendo así contribuir a que los espectadores no terminen de entender la
misteriosa odisea del personaje de Gosling en busca de la absolución de sus
pecados. Unos pecados que se filtrarán por las rendijas de un sórdido Bangkok,
iluminado con un hechizante exceso de neón, en el que no sólo hay prostitución,
contrabandismo y asuntos pendientes, sino perversas almas que buscan la
salvación y luchan por superar los traumáticos eventos de una época ya pasada.
Como ya habréis intuido, Sólo Dios Perdona no sólo es un filme
que se tiene que ver con los deberes hechos, sino que, además, es un
largometraje que te pide algo a cambio. No le vale con que lo veas: tienes que
sumergirte en él y reflexionar con posterioridad para conseguir apreciar
su más pura esencia y poder afirmar que es una de las cintas más
peculiares, arriesgadas y asombrosas que verás en mucho tiempo. Porque daos
cuenta de que filmes así se hacen muy pocos, convirtiéndolo - gracias a su
exclusividad - en un lujo para los ojos, oídos y para la memoria a largo plazo
de todo espectador.
Muy a mi pesar, al final de la
película la sala estalló en vergonzosas carcajadas mientras yo observaba cómo
un violento ángel justiciero cantaba una paradójicamente dulce melodía que
cerraba una asombrosa – y literalmente hipnótica - historia de violencia, justicia
a golpe de espada, lealtad a puñetazos, cruentas venganzas y culpa redimida.
Una historia que, escuchen, se convertirá – de aquí a unos años – en un clásico
del séptimo arte.
Ya verán.
Ya verán.
●Te
gustará si:
te apetece ver una película visualmente hipnótica, musicalmente embriagadora, y
temáticamente simple (pero de planteamiento muy complejo).
●
No te gustará si:
no disfrutas de las películas bidireccionales; ese tipo de filmes que te piden
algo más que un simple y palomitero visionado.
Jerry
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