En Abril, aguas mil; al mal
tiempo, buena cara; y año nuevo, vida nueva. A todas esas conclusiones he
llegado durante las vacaciones de Navidad. Ya basta de decir que tengo que
actualizar mi conocimiento cinéfilo para terminar ciñéndome a los géneros que
sé que me van a gustar y de seguir siendo políticamente correcto cuando – clarísimamente – no hay que serlo. Ya está bien.
Durante estas vacaciones he
reflexionado mucho y he tomado una decisión de lo más extraña: a partir de ahora tendré que
ver – como poco – dos documentales al mes. Desde hoy, Malditas Críticas de Cine contará con
dos reseñas mensuales dedicadas a ese olvidado género cinematográfico para que, así, se me haga un poco más difícil el nuevo año mientras enriquezco el contenido del blog. Por lo tanto, y teniendo en cuenta la cantidad de comida que todos hemos sido
capaces de digerir durante estas fiestas, he decidido empezar a lo grande con Super Size Me.
Que explote la grasa.
● Año: 2004
●
Director:
Morgan Spurlock
●
Cast:
Morgan Spurlock, Alexandra Jamieson
●
Dirección Fotografía:
Scott Ambrozy
●
Nominaciones a los Óscar: Mejor Documental (nominada)
●
Duración:
98min.
En más de una ocasión ha llegado a mis oídos que Super Size Me, ese prometedor documental que giraba alrededor de cómo la comida basura está destrozando el estado de salud de nuestra sociedad, se proyectaba en colegios e institutos para así alertar a los jóvenes de los efectos deletéreos de las dietas poco equilibradas con abundantes grasas saturadas.
En más de una ocasión ha llegado a mis oídos que Super Size Me, ese prometedor documental que giraba alrededor de cómo la comida basura está destrozando el estado de salud de nuestra sociedad, se proyectaba en colegios e institutos para así alertar a los jóvenes de los efectos deletéreos de las dietas poco equilibradas con abundantes grasas saturadas.
A día de hoy, y después de que
haya desaparecido aquella olvidada fiebre que asoló nuestras casas, gimnasios y supermercados ante la alarmante noticia de que “comer carne procesada daba
cáncer”, este documental podría no tener la misma repercusión que tuvo hace unos años. Sin embargo, y aunque contemplemos la posibilidad de que quizás su mensaje esté algo desfasado, hay que reconocer que Super Size Me no
deja de ser un filme interesante por el meritorio reflejo que hace de lo estúpido
que puede a llegar ser el homo sapiens sapiens con pulgar oponible.
Super Size Me nació de la cabeza de Morgan
Spurlock, un estadounidense de no me importa qué edad, que un buen día se despertó por la
mañana y decidió planear un durísimo ataque contra McDonalds aprovechando que dos jovencitas habían demandado a la compañía alegando un insano aumento de peso secundario al consumo de la comida basura procedente de
sus hornos. Paradójicamente, y a pesar de que este lamentable documental se centraba en la iniciativa de Spurlock de consumir - durante un mes entero - por lo menos 5000 calorías encarnadas en hamburguesas de la ya mencionada compañía, los individuos que eran
interrogados en las calles del cultísimo EEUU argumentaban que las dos
chiquillas con sobrepeso no llevaban razón por el simple hecho de que McDonalds no obliga a
nadie a consumir sus productos.
Si partimos de esa base, con la que la opinión popular sentenciaba a las dos pequeñas ricuras como las principales responsables de haber alcanzado obscenos índices de masa corporal, no deja de resultar sorprendente que nuestro irresponsable protagonista decidiese seguir aferrándose a una idea tan disparatada como es la de hacer un documental de estas características. Spurlock se iba a convertir en otro estúpido que tal bailaba.
O eso pensábamos.
Si partimos de esa base, con la que la opinión popular sentenciaba a las dos pequeñas ricuras como las principales responsables de haber alcanzado obscenos índices de masa corporal, no deja de resultar sorprendente que nuestro irresponsable protagonista decidiese seguir aferrándose a una idea tan disparatada como es la de hacer un documental de estas características. Spurlock se iba a convertir en otro estúpido que tal bailaba.
O eso pensábamos.
El tal Spurlock, al que le
vendrían bien unas buenas clases de protocolo por eso de que durante toda la película se le escucha comer con la boca
abierta como a un maldito cerdo en su apestosa pocilga, decidió emprender su
venganza personal contra McDonalds con un documental que demostrase cómo comer
su carne contribuye a que, básicamente, te mueras. Sin embargo, la credibilidad
de este personaje decae en el mismo momento en el que, por una parte, decide sacar de la ecuación a cualquier otro proveedor de comida rápida y, por otra,
decide dejar
de hacer ejercicio hasta el punto de limitar el número de pasos que da al día
a, por lo menos, una cifra inferior a 2000 (cuando, como muy bien nos cuenta, lo habitual en un habitante estándar de Nueva York es dar 5000). Es
decir: este joven erudito quería demostrar que comer basura durante un mes, sin
hacer deporte y adquiriendo un ritmo de vida claramente ficticio por los –
quiero pensar – involuntarios sesgos que él mismo introdujo en su estudio, es
perjudicial para la salud. Matrícula de honor en el instituto.
Curiosamente, este atentado
contra el sentido común de todo ser humano fue aplaudido por gran parte de la
crítica y nominado al Oscar en la categoría de Mejor Documental, lo cual no sólo me sorprende por la lamentable calidad cinematográfica del documental en sí mismo (o por la
ausencia de evidencia científica que soporte los cimientos de sus argumentos),
sino porque Spurlock nos está contando cosas que ya sabemos, que no dependen
de McDonalds y que, para bien o para mal, son consecuencia única y
exclusivamente de dos cosas: cultura y educación.
Sin
querer entrar en lo patéticas que son escenas como aquella del “Día 2” (sí:
dos) en la que el fantasmita éste dice que empieza a notar aumento de sudoración y calambres
musculares (que él, licenciado en Medicina y graduado en Enfermería, Nutrición y Químicas, atribuye a –
atención – la cantidad de azúcar que tiene en sangre), la película me parece de
lo más hipócrita que he visto. Este señor por un lado denuncia los pocos
escrúpulos que tiene McDonalds por no tener en sus locales folletos con
información sobre hábitos alimenticios saludables, por otro lado se atreve a meterse con las
estrategias de marketing de la compañía, y, sin embargo, además de que vive en un país en el
que la mismísima atención sanitaria no está disponible para aquellos ciudadanos
que no pueden pagar sus facturas, él mismo decide consumir
recursos sanitarios de forma innecesaria sólo para satisfacer sus aspiraciones
sensacionalistas.
En definitiva, Super Size Me es un insulto contra el
sentido común, una descarada vendetta contra una compañía dentro de las miles
que producen comida basura y, lo más importante de todo, un documental con escaso rigor científico que,
encima, tacha a los EEUU como un país en el que los habitantes son cada días
más gordos y más estúpidos cuando, en realidad, el más
gordo y estúpido es precisamente el director de
esta película:
Morgan Spurlock.
Morgan Spurlock.
●Te
gustará si:
eres de los que no critica nada de lo que ve en Internet, la televisión o la prensa.
●
No te gustará si:
esperas ver una película responsable, bien documentada, con cimientos firmes,
objetiva y que, además, esté protagonizada por alguien más razonable y menos
patético que Morgan Spurlock.
Jerry
Póster de IMP Awards
Póster de IMP Awards
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