Hace unos días me dispuse a
escribir mi opinión de la recientemente emitida segunda temporada de Halt and Catch Fire y, en pleno brote
verborreico, me di cuenta de que no estaba escribiendo acerca de la fantástica
serie de la AMC, sino que, en su lugar, había comenzado una reflexión sobre la
obscena hipocresía que reina en los corazones de una gran mayoría de espectadores
que, a su propio parecer, deberían ser considerados seriéfilos.
Para todo aquel al que no le
quede claro a qué me refiero con el término seriéfilo,
y pidiendo disculpas a la Real Academia Española por la evidente intrusión que
voy a hacer sobre su campo de experiencia, simplemente tengo que aclarar que
“filia” se define como el amor o afición a algo. Sumen lo que tengan que sumar
y entenderán el vocablo empleado para hacer referencia a los sufridores de una
afición que es enfermiza, ansiosa, dependiente y, en la mayoría de los casos,
hipócrita y facilona.
Así son (y somos) los
seriéfilos.
Ante la triste – pero
esperable – noticia de que la NBC cancelaría
Hannibal tras la emisión de su
tercera temporada, muchos fans de la serie vieron cómo sus necesarias dosis de
ficción televisiva semanal se escapaban por la cisterna del wáter después de
que algún sucio e injusto productor hubiese tirado de la cadena por ellos. <<Qué criminal. Qué egoísta. Qué ruin. Menudo
rebaño será aquel que gobierna los tronos de las productoras y canales de
televisión estadounidenses. Así no hay quien disfrute de su tiempo libre>> pensarían.
Fue precisamente en aquella
fiebre (pasajera, claro) por recaudar firmas en change.org para salvar la serie protagonizada por Mads Mikkelsen,
cuando un sonado crítico de series sugirió, con un tajante tweet, que menos quejarse, y más pagar a las responsables de
emisión de las series. Un comentario que, al parecer de muchos “curtidos
seriéfilos”, era un atentado contra sus derechos, fundamentados en que nadie es
quién para arrebatarles su poder de decisión sobre una serie que - me atrevo a
afirmar - seguían religiosamente a través de alguna plataforma ilegal de
internet.
A pesar de que muchas figuras
del panorama cinematográfico, televisivo o periodístico español afirmen por
activa y por pasiva que jamás han recurrido a algún enlace ilegal para matar el
tiempo, yo no me lo creo. Y si no me lo creo es porque, en más de una ocasión,
he leído declaraciones en las que se dan detalles sobre ciertas series que, por
las más básicas leyes del tiempo y el espacio, sólo se han podido ver de forma
ilegal.
Si entendemos como “ilegales”
a los amorales links que redirigen al usuario a plataformas de legitimidad
cuestionable que no dan un beneficio a los responsables del producto
audiovisual que se pretende disfrutar, está claro que, además de que las
mencionadas personalidades mienten como bellacos sólo para parecer modernos,
justos y moralmente pulcros, la grandísima mayoría de los seriéfilos de hoy en
día deberían ir a la cárcel de la hipocresía.
Lo que los distingue es que,
por lo menos, ellos no quieren parecer santos televisivos.
A mi parecer, no se puede
armar un escándalo para proteger una serie de televisión que se estaba
disfrutando de forma ilegal. A mi parecer, hay que tener unos buenos conductos
deferentes para culpar a los mandamases
de una cadena de televisión, que se desangra por mantener a flote una
producción tan cara como la de Hannibal,
mientras el fandom de la misma no
contribuye a que la audiencia del último episodio emitido mejore. A mi parecer,
hay que dejarse de tanta poca moral audiovisual y empezar a reconocer lo hipócritas
que son nuestras conductas.
Porque sí, todo esto lo digo
habiendo sido un consumidor habitual de plataformas que redirigían a enlaces
virtuales a través de los cuales uno tenía acceso a lo nacionalmente
inaccesible. ¿Lo que me diferencia del resto? Que ni culpo a las productoras de
nada, ni sigo haciendo lo que hacía.
Porque los tiempos han
cambiado. Pero eso es otra historia.
Jerry.
Imágenes vía NBC, Geek y Forbes.
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