Teniendo en cuenta que, cuando se hizo público el primer avance de Aladdín (Guy Ritchie, 2019), las redes sociales ardieron por el peculiar diseño del Genio (Will Smith) y el desafortunado fichaje de Marwan Kenzari como el nuevo Jafar, no cabía esperar que esta adaptación del clásico animado de 1992 fuese a despertar mucho entusiasmo entre el público. Sin embargo, la película de Guy Ritchie no sólo se ha coronado - por cuarta semana consecutiva - como la líder de la taquilla española (habiendo recaudado ya hasta 17.7M de euros), sino que además ya ocupa la tercera posición como mejor estreno del año en Estados Unidos, sólo por detrás de Capitana Marvel (A. Boden & R. Fleck, 2019) y Vengadores: Endgame (Hnos. Russo, 2019).
Estas cifras no son de extrañar. Aunque es cierto que el filme no carece de imperfecciones, haciendo un repaso de lo artísticamente fallidos - pero económicamente provechosos - que han sido todas las adaptaciones a imagen real que Bob Iger no deja de ofrecer a un público ávido de nostalgia, hay que reconocer que el resultado final del Aladdin de Ritchie es sorprendente. Partiendo de una introducción inesperada y de un primer acto peculiar por el estilo tan definido - y quizás problemático - del director de Snatch: Cerdos y Diamantes (2000) o RocknRolla (2008), la calidad de esta reimaginación empieza a crecer progresivamente hasta alcanzar un pico en el que se mantiene gracias al desternillante trabajo de Will Smith (dignísimo sucesor de Robin Williams), a la divertidísima adición de Nasim Pedrad como doncella de la princesa, a lo bien que funcionan Massoud y Scott como pareja protagonista y a la interesante vuelta de tuerca que se le ha dado al papel de Jasmín. Todo ello alimentado por una banda sonora original que, pese a ser una vieja conocida, consigue modernizarse y sorprender al público por lo bien que se adapta a los actores y lo distinta - pero conveniente - que es su nueva pieza: Speechless.
Desafortunadamente, cuando en el tercer acto las riendas pasan a estar a cargo de Kenzari, el filme se desinfla por el evidente bache que experimenta su guion y por la incapacidad de Kenzari para dar vida a uno de los villanos más interesantes de los clásicos Disney. Y aunque esto para muchos puede ser razón suficiente para sentenciar al filme, Aladdín consigue alzarse como una de las adaptaciones a imagen real más dignas de la compañía, algo que no ocurría desde La Cenicienta (Kenneth Branagh, 2015), estrenada hace sólo cuatro años pero desde la que ya hemos visto hasta cinco remakes. Casi nada.
Jerry
Imagen vía The Walt Disney Company
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