El anuncio de que la tercera temporada de la oscura, pesimista y necesaria Black Mirror (Charlie Brooker, 2011) se mudaba a Estados Unidos y pasaba a estar recogida por el halo de santidad de ese mastodonte llamado Netflix resultó inquietante. A pesar de que casi todo lo distribuido por la compañía de entretenimiento responsable de joyas como House of Cards brilla por su calidad y éxito de audiencia, el hecho de que la producción de una de las mejores series de origen anglosajón dejase de ser británica (para ser sustituida por la siempre bienintencionada estadounidense), resultaba cuanto menos cuestionable.
Sin embargo, los seguidores de la serie pudimos respirar tranquilos cuando supimos que Brooker - cerebro al mando de las temporadas anteriores - seguiría detrás del guión de sus historias y que sólo dejaría que directores del talante de Joe Wright (Expiación) metiesen las manos en algo tan delicado como aquel futuro roto que tanto nos trastornó en el pasado. Por lo tanto, la llegada de la tercera temporada de la serie a Netflix - estrenada hoy mismo a nivel mundial - era hasta esperanzadora. O al menos eso parecía.
Abriendo esta nueva tanda de sátiras con el episodio llamado Nosedive (Joe Wright), Brooker nos presenta - valiéndose de una versátil estrella como es Bryce Dallas Howard (Criadas y Señoras, Jurassic World) - un futuro en el que la sociedad se rige por la puntuación que los usuarios de la red le dan al perfil de sus compatriotas. Un perfil personal e intransferible con el que uno puede alcanzar un estatus social más o menos aceptable, acceder a unos u otros recursos, y optar por un estilo de vida popular o infame.
La idea, que encaja a la perfección con la prevalente necesidad de muchos jóvenes por sentirse socialmente reconocidos según el número de interacciones que reciben sus perfiles virtuales, está presentada en un formato poco habitual para lo que venía siendo la serie. Con una amable paleta de colores y una falsa dulzura, que no dejan de reforzar el mensaje podrido del episodio, Wright consigue crear un producto interesante, protagonizado por una inmensa Dallas Howard, y acompañado por una muy satisfactoria banda sonora firmada por Max Richter (The Leftovers), que sin embargo no alcanza el nivel de angustia que sí despertaban otras entregas tan arrebatadoras y provocativas como White Bear o The National Anthem.
Pero es que claro, eso eran palabras mayores.
Jerry F.
Imagen vía Inverse
Hola! Tengo muchas ganas de verla porque los otros episodios me gustaron mucho!
ResponderEliminarUn saludo!