miércoles, 19 de julio de 2017

CRITICA | Baby Driver


Hace unos años me intrigaba sobremanera el misterio que envolvía a la llamada "post-producción". Tras muchas películas, mucho leer y algo de estudio, conseguí aliviar mi curiosidad no sin seguir sintiendo frustración por eso de que - teniendo en cuenta mi condición de mero aficionado - me seguía resultando difícil explicar la importancia y envergadura de esta cara oculta del cine a los interesados que me preguntaban por ella. Pues bien, esa frustración ahora está de enhorabuena, porque Baby Driver (Edgar Wright, 2017) funciona como la perfecta explicación de todo lo que uno quiere saber sobre la importancia de la post-producción y nunca se ha atrevido a preguntar.

No es ningún secreto que las películas de Edgar Wright, además de destacar por un muy ingenioso humor marca british, siempre vienen acompañadas de un montaje excepcional. Por lo tanto, que Baby Driver esté despertando entusiasmo entre público y crítica a la vez, no debería sorprender a nadie, porque esta disparatada historia de cómo un joven (Ansel Elgort) se enamora de una dulce camarera (Lily James) para pronto ver cómo su pasado de conductor especialista en fugas se le viene encima, cumple - precisamente - con los tres requisitos que deberían tener todos los blockbusters para ganarse ese unánime apoyo: accesibilidad, entretenimiento y excelencia técnica. Nada más.

Sin embargo, que el protagonista de la película se llame "Baby" puede hacer creer a más de uno que Baby Driver es un cachondeo que no hay que tomarse muy en serio. Nada más lejos de la realidad, porque con este filme Edgar Wright no sólo ha vuelto a demostrar que es uno de los mejores cineastas nacidos en Reino Unido, sino que, además, en sus trabajos sólo hay cabida para la seriedad (al menos cinematográficamente hablando). Y es que, aunque la historia de su nuevo trabajo no sea para nada ambiciosa y esté sembrada de toques de humor, las formas con las que se ha ejecutado, su post-producción y, como cabía esperar, el resultado final, no podían haber sido ni mejores, ni más profesionales. 

Combinando una edición afilada, ingeniosa y rápida con unas escenas que - pase lo que pase - siempre desprenden alguna chispa gracias a su marchosa banda sonora, a la formidable coordinación entre cámaras y actores, ó a un guión que no deja de ser entretenidísimo, Baby Driver se ha convertido en uno de los fenómenos del verano. Un fenómeno que demuestra todo su potencial con unas escenas de acción infestadas de efectos prácticos (con prácticamente cero condimento digital), acompañadas por una selección de sonido apasionante, una soberbia sincronización entre música e imagen y un indiscutible ritmazo merecedor de más de una ovación. Así que, señores, si pensaban que Baby Driver iba a ser una tontería veraniega más, no pierdan tiempo y compren entradas para verla.

No se arrepentirán.


Jerry
Imagen vía IMP Awards

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...