Reconozco que, a pesar de que
para mí Steven Spielberg sea un genio, su último trabajo que vi en el cine no
me pareció para nada memorable. War Horse,
esa película de hace ya cuatro años que estaba basada en la famosa novela con
el mismo nombre, no sólo era poco interesante, sino que además me sumió en una
profunda amnesia de la que no he sido consciente hasta hace muy poco.
Resulta que el otro día,
mientras iba de camino al cine para comprar las entradas de El Puente de los Espías, me puse a
pensar cuál era la última película del Rey Midas que había visto en la gran
pantalla. Y no conseguía acordarme. A pesar de que era consciente de que Lincoln se me escapó (y de que la tengo
en DVD y aún no la he visto), me parecía que Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal se había hecho
hacía ya demasiado tiempo y que la fantástica Las Aventuras de Tintín: El Secreto del Unicornio no podía ser la
más reciente. Sabía que por ahí había algún otro título que, además de que no
conseguía recordar, me estaba provocando una extraña sensación de inseguridad
que, combinada con la irracional manía que le tengo a Tom Hanks, hicieron que
entrase en la sala de El Puente de los
Espías muerto de miedo.
Todo por culpa de War Horse.
● Año: 2015
●
Director:
Steven Spielberg
●
Cast:
Tom Hanks, Mark Rylance, Amy Ryan, Alan Alda
●
Música:
Thomas Newman
●
Duración:
140min
A pesar de que dentro de la
filmografía de Tom Hanks, uno de los actores más icónicos de los Estados
Unidos, hay actuaciones que quitan el aliento, no puedo evitar sentir cómo mi
cerebro chirría cada vez que veo una película suya en la que adopta su para mí
muy molesta “faceta simpática”: ese perfil con el que se gana las sonrisas de
todas las adorables ancianas de la sala y que consigue arrancar más de un suspiro
en jóvenes que buscan una buena feel-good
movie.
El problema es que El Puente de los Espías no es una feel-good movie. Es más, el nuevo
largometraje de Spielberg no podría pertenecer a un género cinematográfico más distinto:
el dramático. Porque, ¿en cabeza de quién cabría que una historia basada en
hechos reales como ésta, la de un abogado estadounidense al que, en plena
Guerra Fría, se le encarga la compleja misión de mediar el intercambio de “prisioneros
de guerra” de ambos bandos, acabase siendo un amago de feel-good movie?
Pues bien, contra todo
pronóstico, lo nuevo de Spielberg, a pesar de ser una película técnicamente
sobresaliente, no es más que eso: un intento por dar un toque simpático a un suceso que no podría haber sido más oscuro. El
enfoque que han decidido darle Hanks y Spielberg a este turbio episodio de la
historia, hace que la credibilidad de sus personajes y del contexto en el que
tiene lugar se desmoronen: no terminamos de creer en la condición de espía
soviético de Rudolf Abel (ni en esa interesante reflexión que propone Spielberg
sobre la responsabilidad y amor nacional), ni tampoco nos parece creíble la
maestría con la que Donovan consigue llevar a cabo las negociaciones. No nos
creemos nada porque no parece una guerra de verdad: no parece que el silencioso
enfrentamiento que había entre los estadounidenses y los soviéticos fuese
cierto por culpa de toda esa molesta insistencia en otorgar a los personajes una
superficial simpatía o en incorporar a la trama americanadas bien acogidas por compatriotas pero molestas para
otros por lo poco en serio que hace que el filme se tome a sí mismo.
Con todo esto no estoy diciendo
que la película no me gustase, porque hay que aplaudir su preciosa banda sonora,
lo emocionante que es la historia, y su soberbia ambientación y fotografía,
pero, dos o tres días después de haberla visto, empecé a cuestionarme el
enfoque que se le había dado y me di cuenta de que, para mí, ese tono simpático
y esperanzador es más propio de Disney que de Spielberg. Y mira que me gusta
Disney.
Para mi sorpresa, muchas
críticas justifican que El Puente de los
Espías funciona porque muestra la visión de la Guerra Fría desde la
perspectiva de un niño por eso de que a Spielberg le tocó vivir ese periodo de la historia con muy pocos años de
edad. Sin embargo, si tal fuese el caso, el protagonista de la historia sería
el hijo de Tom Hanks. Y no lo es. Todos sabemos que el personaje principal es
Donovan: un abogado risueño, entrañable, astuto, simpático, y justo que, muy a mi
pesar, no casa con esta película.
Casa con una feel-good movie.
●Te
gustará si:
estabas deseando ver una nueva película de Spielberg que poder recordar la próxima
vez que vayas al cine a, lógicamente, ver otra película de Spielberg.
●
No te gustará si:
no te apetece ver un filme que, a pesar de su calidad, tiene un tono que
termina resultando demasiado simpático.
Jerry
Imágenes
vía Telegraph y Pop Inquirer
Póster
de IMP Awards
Hola! Tiene muy buena pinta, no se si la veré en el cine pero la tengo apuntada.
ResponderEliminarUn saludo!