viernes, 21 de febrero de 2014

Viernes Criticón: Nebraska

Este año me he propuesto ver todas las películas nominadas a los Premios de la Academia para así poder opinar sobre la decisión final del jurado con un criterio verdaderamente válido. Yo, y supongo que una cantidad considerable de cinéfilos, soy de los que creen que sólo habiendo estado expuesto a los errores y virtudes de todas las pre-seleccionadas, uno podrá emitir su – ya totalmente defendible - veredicto final.

Sin embargo, y por eso de que vivo en España, es imposible conseguir lo que me propongo si tenemos en cuenta que no todas las nominadas serán proyectadas en las mejores salas de mi ciudad antes de la dichosa gala (maldita seas, Dallas Buyers Club). Pero bueno, lo importante en esta vida es participar, seguir rascando para obtener el premio, y no dejar de ir al cine para mantenerlo – en la medida de lo posible – a flote. Así que, con una jauría de espectadores dispuestos a pagar sólo 3,90 euros en uno de esos Miércoles al Cine, me adentré en la sala preparado para ver Nebraska, lo nuevo de Alexander Payne, y así aumentar un poco más la validez de mi futura opinión.

● Año: 2013
● Director: Alexander Payne
● Cast: Bruce Dern, Will Forte, June Squibb, Stacy Keach, Bob Odenkirk
● Música: Mark Orton
● Nominaciones a los Óscar: Mejor Película (Nominada), Mejor Actor (Bruce Dern - Nominado), Mejor Actriz de Reparto (June Squibb), Mejor Director (Alexander Payne – Nominado), Mejor Guión Original (Nominada), Mejor Fotografía (Nominada).
● Duración: 110min.


Nebraska funciona a modo de comedia y, sin embargo, es un absoluto drama: un dramón camuflado detrás de una serie de diálogos con tono jocoso que, en realidad, van cargados de desahogo emocional para evitar que los más sensibles terminen deprimidos cada vez que se aventuren a pensar en el futuro que a todos nos debería esperar: la vejez. Una vejez que se vuelve más desoladora cuando arrastra consigo una de las herramientas más versátiles y, paradójicamente, venenosas de la vida moderna: el dinero.

Resulta que Nebraska cuenta la historia de Woody Grant, un anciano al mismísimo borde de una profunda demencia que, un día como otro cualquiera en su ya monótona vida, decide irse al estado que da nombre a la película porque ha recibido un cupón que supuestamente puede canjear por la fascinante cantidad de un millón de dólares. Su hijo, un bonachón joven que aún no se ha atrevido a formar una familia, a pesar de ser consciente de que el ya mencionado bono no es más que una farsa mal interpretada por su poco lúcido padre, decide emprender un viaje con él para complacerle y así detener sus constantes – y solitarias – escapadas hacia Lincoln, Nebraska.


Cuando un viaje en coche por las solitarias carreteras de Estados Unidos acapara todo el protagonismo de una película, su resultado, frecuentemente, suele ser acertado. No sólo escapamos del metropolitano prejuicio de que todo Estados Unidos no es más que rascacielos, Starbucks y hombres y mujeres de negocios, sino que, además, conseguimos centrarnos con muchísima más intensidad en los frecuentemente escasos personajes que ocupan el solitario vehículo. Unos personajes que – normalmente – se van a desarrollar de forma magistral.

En esta ocasión, presenciamos una desgastada relación padre-hijo que, a lo largo de toda su existencia, se ha visto influenciada por el alcohol y el desapego de un cabeza de familia que, ahora, va a necesitar de la ayuda de sus en cierto modo abandonados hijos, para poder proseguir con su vida sin que su demente cerebro le juegue una mala pasada. Por ello, no podemos decir que Nebraska sea una comedia, sino un drama focalizado en el amor de un hijo hacia su despreocupado – y ahora demenciado - padre, en el frecuente despertar del interés de los familiares conducido por la más vergonzosa fiebre del oro, y en el cómo al final siempre serán los hijos los que deban terminar cuidando a los que una vez fueron sus cuidadores. Es decir, tres crudísimos aspectos de la vida que, aunque tenga que generalizar, seguramente sean más frecuentes de lo que creemos.


A pesar de todo, en Nebraska no veo la mejor película del año, sino un temáticamente agridulce ejemplo visual de cómo la vida es un continuo avance lineal hacia delante que, sin embargo, con el tiempo puede transformarse en una desoladora oda a la soledad y al egoísmo que, eventualmente, puede suponer una triste regresión a la infancia. Es la historia de una vida al borde de la desaparición presentada a modo de una buena película que, aunque invite a la reflexión y – claramente – deje una extraña marca en el espectador, no creo que sea – ni que deba ser - galardonada con el Oscar a Mejor Película.

Es una lástima, porque Nebraska se merece todas las nominaciones que tiene, pero creo que se va a ir con las manos vacías de la próxima gala si su enternecedor guión no se ha ganado los corazones del jurado. Porque aunque los actores estén magníficos, no creo que consigan posicionarse a una altura lo suficientemente alta como para que su sombra suma en las tinieblas a los otros potentísimos nominados, su fotografía es buena pero ¿de verdad puede competir con la de Gravity?, y su dirección también es resultona ¿pero quién es Payne este año al lado de Cuarón, McQueen o Scorsese?

Pues, lamentablemente, uno más del montón.

●Te gustará si: disfrutas de esos dramas desenfadados que, aunque no parezcan devastadores, cuentan con una historia sobre la época más triste de nuestras vidas: la vejez.

● No te gustará si: no estás dispuesto a ver una película en blanco y negro.


Jerry

2 comentarios:

  1. Los comenatips finales parecen abogar sin justificación ni mediación alguna en pro de los grandes efectos especiales, solo por ser grandes remembranza.En mi opinión es una temática que que sirve de reflexión existencial,y si no se esta preparado puede derrumbarte, es un drama obligatorio,como star wars o gravity de ciencia ficción, o suspenso.que si de metrcia el oscar?No importa eso , te dejara huella

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