Cumpliendo con esta reciente
tendencia de ofrecer críticas de filmes poco convencionales que proceden de
países para nada cercanos a aquel que goza de la hegemonía en la cartelera de
casi todo el mundo, me aventuré a ir al cine a ver una co-producción de Estonia
y Georgia llamada Mandarinas (Tangerines).
Como esta película, que sólo
se proyectaba en versión original subtitulada, es la típica que aguanta muy
poco en taquilla por el escaso flujo de espectadores que genera, decidí dejar
para otro día títulos como Los Vengadores
y darle una oportunidad a la que en la 87ª edición de los Premios Oscar de la
Academia había estado entre las afortunadas que optaban a la estatuilla en la
categoría de Mejor Película de Habla No Inglesa.
Y el resultado fue satisfactorio.
● Año: 2013
●
Director:
Zaza Urusgadze
●
Cast:
Lembit Ulfsak, Elmo Nüganen, Mikheil Meskhi, Giorgi Nakashidze, Raivo Trass.
●
Música:
Niaz Diasamidze
●
Nominaciones a los Óscar: Mejor Película de Habla No Inglesa
(Nominada)
●
Duración:
85min.
En 1992, estalló una guerra en
Georgia fruto del deseo por parte de los habitantes de la provincia separatista
de Abjasia de independizarse del país. Durante un largo año, se sucedieron los
combates entre los abjasios separatistas, que recibían apoyo militar y
económico por parte del gobierno ruso y de otros pueblos pro-rusos, y los
georgianos, que ya quisieron independizarse de la Unión Soviética en los años
ochenta.
En Mandarinas, el director georgiano Zaza Urusgadze nos introduce toda
esta problemática valiéndose de una localidad rural de Abjasia en la que Ivo y
Margus, dos estonios que se dedican a recoger mandarinas antes de volver a su
país, acogen en la casa del primero a dos soldados heridos que, sin embargo,
son de bandos opuestos: un georgiano defensor de la integridad de su país y un
checheno que luchaba por la independencia de Abjasia.
Esta peculiar situación da pie
a que ocurra algo similar a lo que ya vimos en El Maestro del Agua: cómo dos enemigos deben convivir bajo el mismo
techo respetando las reglas de tolerancia y no-violencia que Ivo impone por
haberles salvado la vida. Así, la relación entre Ahmed y Niko asusta pero
termina enterneciendo al espectador que, muy sabiamente, es capaz de prever
cómo va a terminar. Y ese es precisamente el gran problema de la película.
Al resultar un tanto
predecible, el espectador puede cuestionar el ritmo de la historia durante su
primera mitad. Y es que, aunque a partir de cierto punto de la trama la
película progrese dócilmente hasta su desenlace, hay una parte de la misma que
podría parecer prescindible de no ser por la buena dirección de Urusgadze.
Gracias a secuencias prolongadas y a un manejo del enfoque bastante acertado,
acompañado de buenas actuaciones, esa parte de la película no tan
imprescindible, no se hace para nada pesada.
A pesar de todo, Mandarinas no me pareció un filme
excepcional. No deja de ser una buena forma de conocer detalles sobre la
historia de la Unión Soviética y Georgia que a lo mejor no son del todo
conocidos por espectadores de mi generación, así como también resulta
interesante dar una oportunidad a propuestas más austeras y arriesgadas por eso
de que no proceden de nuestro país o de otros más comerciales como Reino Unido,
Francia o Estados Unidos.
Al salir de la sala, a pesar
de que no salí entusiasmado, sí me noté muy satisfecho por haber sido uno de
los pocos espectadores (concretamente dos) que le dieron una oportunidad a esta
producción.
●Te
gustará si:
buscas un filme diferente, procedente de un país del que normalmente no hayas
visto ninguna película, y con la que, sin embargo, puedes aprender algo más
acerca de historia.
●
No te gustará si:
no te convence pagar una entrada para ver una película en versión original
subtitulada que, encima, está en un idioma que muy probablemente no entiendas.
Jerry
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