Lo bueno de que mi vuelo a
Boston llegase dos horas antes que el de unos amigos míos fue que tuve que
esperar muerto de risa a que apareciesen por unas puertas correderas que, desde
que vi Love Actually, contemplo como
uno de los lugares más emotivos del planeta. Sin ir más lejos, aquel día presencié cómo un pequeñajo de unos tres años corrió entusiasmado para
sumergirse dentro del abrazo que su padre estaba ofreciéndole mientras le
esperaba con los brazos abiertos. Y luego mi madre dice que le deprimen los
aeropuertos. Ptsch.
Como iba diciendo, lo bueno de
someterse a un viaje de ocho horas es que uno de repente tiene muchísimo tiempo
para hacer varias cosas: comer, leer revistas de cine (bendita seas, Empire), ver películas, comer más, y
pensar sobre qué demonios va a escribir en su próxima entrega de Triple Centrifugación Cinéfila. Pues
bien, en ese viaje tuve la brillante idea de escribir sobre el "aerocine: la salsa rosa cinéfila" así que aquí está la nueva entrega de la sección que espero que os ayude a comportaros como un cinéfilo civilizado debe en el avión.
No es nada fácil ver películas
en un avión. No sólo dependemos de unos cascos poco fiables que parece que
están hechos de regalices de caramelo, sino que además la calidad de la imagen
no es perfecta, el tamaño de la pantalla es inevitablemente microscópico y, dependiendo
de dónde esté localizada tu butaca, puedes ver una, dos, tres o cuatro
películas al mismo tiempo.
Por esa misma razón, un
cinéfilo ha de saber que, en el caso de tener que hacer un viaje lo
suficientemente largo como para tener que coger un avión con pantalla por
pasajero, siempre tiene que llevarse sus propios cascos, no puede ver cualquier
tipo de película (porque no, chicos, películas como Los Vengadores no se ven en esas pantallas), y, en el caso de que
pueda hacerlo, tiene que intentar reservar su asiento en el pasillo para no
tener que soportar otras dos cegadoras pantallas (o, si os gusta ver el
aterrizaje, al lado de la ventana para además evitar al molesto pasajero con
síndrome miccional que no existe hasta que tú te sientas en el asiento del
pasillo).
Sin embargo, y a pesar de los grandísimos consejos que os acabo de dar, cuando me subo a un avión no puedo evitar practicar el aerocine, que no es otra cosa que prestar
atención a las pantallas de los demás pasajeros: una muy lícita actitud que no
deja de ser extremadamente cotilla.
Como ya comenté en mi última entrada de Jerry Jones y el Cine Maldito,
tengo la manía de fijarme en los demás cuando estoy solo en ambientes
cinéfilos. Ya sea en la cola de la taquilla, en la sección de DVD/Blu-Ray de la
Fnac, o en el avión, Jerry va a someter la conducta “cinéfila” de todo
individuo cercano a un intensísimo análisis crítico que va a provocarle unos
niveles de disfonía, congestión facial e ingurgitación yugular como para terminar
vomitando reproches en su queridísimo blog de cine.
Porque sí, señores, la gente
en los aviones se vuelve muy loca. Aquel día, y con un campo visual limitado a tres filas
aproximadamente, pude observar a un padre que le recomendaba a su hija de
diez años dejar de ver Harry Potter y La
Piedra Filosofal para en su lugar someterse al probable martirio
adolescente de Divergente, a una cuarentona
antipatiquísima que cada vez que te miraba te perdonaba la vida pero que,
paradójicamente, se reía a grito pelado con alguna comedia romántica que no fui
capaz de reconocer, a un cincuentón con
barriga cervecera que se había pedido un pijísimo gin-tonic para acompañar su
sesión cinéfila protagonizada por – otra vez – Divergente, y a un esperanzador adolescente de 17 años que, en el
control de la aduana, fue capaz de admitir que había visto Rio 2 con una naturalidad casi envidiable (en mis tiempos de
adolescente, reconocer que veías películas de animación podía serio motivo de puñetazo).
Con toda esta información, quiero
que reflexionemos sobre varias cosas. En primer lugar, no deja de sorprenderme
que, aunque la oferta de películas de un avión sea desesperadamente extensa (en
el vuelo 6168 con destino Boston lo
era), las películas que la gente selecciona como afortunadas para matar su
aburrido tiempo libre son títulos tan vulgares o poco convenientes como Divergente, Trascendence, Tres Bodas de Más y El Señor de los Anillos. Unos títulos que, inevitablemente, o me hacen cuestionar el estado mental de los pasajeros, o me llevan a la razonable conclusión de que todos se habían fumado algo antes de sentarse en su asiento.
Con joyas del Séptimo Arte
como Fantástico Sr. Fox, filmes tan
inesperadamente acertados como La Vida
Secreta de Walter Mitty, y otros muchos que no requieren una pantalla de
plasma para que podamos gozar de sus grandiosos efectos especiales, los fumados
estos escogen basura capaz de ofender
a cinéfilos como yo que, consecuentemente, tienen que sufrir una molesta
cocción sanguínea para nada reconfortante. ¿Es que nadie se da cuenta de que la grandiosidad de ESDLA no puede verse en esas condiciones adversas? ¿Es que nadie piensa en la salud mental de los cinéfilos que practican el aerocine?
En segundo lugar, vamos a conceder un minuto de silencio por todos esos amantes del Séptimo Arte que tienen que
hacer maniobras de todo menos naturales para evitar que se les vea llorar en el
avión. Reconozco que en una ocasión decidí ver Harry Potter: Las Reliquias de la Muerte Pt. 2 en un vuelo porque
me apetecía derramar una lagrimita. Sabía que no debía volver a verla en esas condiciones (y me pitaron los oídos por haber protagonizado semejante atrocidad aerocinéfila), pero me apetecía y necesitaba hacerlo, porque ya sabéis que llorar es una más que aceptable necesidad fisiológica que enriquece mucho más que, sin ir más lejos, defecar. Así que, bueno, consideré ésa mi oportunidad
de oro porque sabía que si la veía
el vuelo terminaría en tsunami. Y lo hice.
Los problemas llegaron cuando me di cuenta de que llorar en un avión es bastante patético si quieres evitar que los de tu alrededor te vean sorbiendo mocos y limpiándote lágrimas viendo Harry Potter. Imaginaos que veis a alguien lloriquear mientras ve una película en el avión y, al mirar su pantalla, descubrís que, en vez de estar sometiéndose a un duro dramón, está viendo batallas con varitas mágicas. Qué lástima. Si no fuese porque la privacidad acabaría con la práctica del aerocine, diría que el mundo sería un lugar mejor si los Reyes Magos trajesen este año algún utensilio capaz de tapar pantalla y cara en pleno vuelo.
Los problemas llegaron cuando me di cuenta de que llorar en un avión es bastante patético si quieres evitar que los de tu alrededor te vean sorbiendo mocos y limpiándote lágrimas viendo Harry Potter. Imaginaos que veis a alguien lloriquear mientras ve una película en el avión y, al mirar su pantalla, descubrís que, en vez de estar sometiéndose a un duro dramón, está viendo batallas con varitas mágicas. Qué lástima. Si no fuese porque la privacidad acabaría con la práctica del aerocine, diría que el mundo sería un lugar mejor si los Reyes Magos trajesen este año algún utensilio capaz de tapar pantalla y cara en pleno vuelo.
De todas formas, y por mucha exclusividad que quiera transmitir, no soy el único que practica el aerocine.
Todo el mundo lo hace y reconozco que tiene que ser muy divertido espiarme en el
avión. Creedme cuando os digo que no es sencillo ver a un llorica que no deja de mirar a las
pantallas de los demás mientras pone caritas de asco, sufre náuseas, chista, se
frustra, se revuelve y cuya cabeza explota cada vez que alguien le hace
levantar el culo del asiento.
O cada vez que el maldito piloto decide anunciar el tiempo que va a hacer en el destino y, consecuentemente, mi película queda pausada, la sinapsis cinematográfica se rompe, sufro un infarto de miocardio y mis tímpanos se perforan.
O cada vez que el maldito piloto decide anunciar el tiempo que va a hacer en el destino y, consecuentemente, mi película queda pausada, la sinapsis cinematográfica se rompe, sufro un infarto de miocardio y mis tímpanos se perforan.
Ay el aerocine.
jajajajajaja El "Aerocine", mas que salsa rosa es manual de supervivencia. La criba de donde deberían salir seleccionados los 6 de Oceanic en caso de que las cosas se pongan turbias o...turbulentas.
ResponderEliminarDiscrepo en algo; ESDLA puede y debe ser visto en cualquier hora o circunstancia...
Me gusta tu enfoque, sobre todo por la gran mención a LOST que quise hacer de alguna forma en la entrada pero que no pude porque no se me ocurría cómo. Ahora lo has hecho tú, así que ya puedo quedarme tranquilo jajajaja. ¡¡Pero noooo, ESDLA en un avión noooo!! Tiene que ser a lo grande SIEMPRE ;) Muchas gracias por pasarte por MCDC y comentar.
EliminarPD: me encanta que fueses de las pocas que apreció Gravity. ¡Así me gusta!