A pesar de que hace dos semanas decidí presentaros la primera entrega de la saga
protagonizada por el arqueólogo más famoso del mundo del cine, esta vez he optado por un héroe muy distinto: Jason Bourne, ex agente de la
CIA que, debido a un pequeñísimo contratiempo, pierde por completo la memoria y pasa a ser un arma de destrucción masiva por su extrema inteligencia, su intuición, sus dotes de luchador y por la peligrosa información que su contusionado cerebro contiene.
Su saga, diseñada por Doug Liman y Paul Greengrass, está compuesta por tres filmes que, así como las de Indiana Jones alcanzaron su máximo esplendor allá por los años noventa, encontraron su edad de oro en el siglo XXI: un nuevo siglo al que ya no le interesaban tanto los auténticos filmes de aventuras, sino frenéticos largometrajes de acción que derrochasen efectos especiales, inolvidables persecuciones y formidables peleas. Pues bien, El Ultimatum de Bourne probablemente sea la número uno de su clase. Así que abróchense los cinturones.
● Año: 2007
● Director:
Paul Greengrass
● Cast: Matt
Damon, Julia Stiles, Joan Allen, David Strathairn, Scott Glenn, Edgar Ramirez,
Albert Finney, Joey Ansah, Colin Stinton.
● Música: John Powell
●
Nominaciones a los Óscar: Mejor Edición (Ganadora), Mejor Edición
de Sonido (Ganadora), Mejor Mezcla de Sonido (Ganadora).
● Duración: 116min
En El Ultimatum de Bourne, nuestro héroe de acción favorito volvió a
la gran pantalla por todo lo alto. Así como el bochornoso Legado de Bourne dejó de lado todo lo que la saga significaba,
Paul Greengrass consiguió anticiparse a esa pseudo-secuela despidiéndose de la
trilogía original con una película que es, probablemente, la mejor película de
acción que he visto en mi corta vida.
No sólo estamos ante un filme
que, desde el minuto número uno (y aprovechando el desenlace de su predecesora),
comienza su despliegue de prometidas peleas cuerpo a cuerpo, viajes por todo el
mundo (¡Madrid incluido!) y persecuciones por exóticas calles de exóticos
lugares, sino que, además, lo hace bien: Paul Greengrass es capaz de echar toda
la carne al asador desde el arranque de la película, haciendo que todos los antecedentes de la saga tengan sentido y, encima, forjando una intrincada trama capaz de mantener al borde del
asiento a cualquier espectador.
Sin embargo, en esa precisa
virtud yace la mayor debilidad de la película: no hay tiempo para adaptarse. Todo sucede tan rápido, que el espectador tiene que llevar los
deberes hechos de casa para poder disfrutar en su totalidad de este Ultimatum. Y es que, señores, resulta que estamos ante la
tercera entrega de una saga que funciona, como ya os anticipaba, como desenlace
absoluto de la historia y, por eso mismo, da por hecho que el espectador conoce todo lo
acontecido en sus dos predecesoras (El Caso y El Mito) para así poder deleitarnos con una explosiva despedida. Efectivamente - y como todos estabais pensado - igual que Harry Potter y Las Reliquias de la Muerte Parte II. Exactamente igual.
Y es que así son las integrantes de las sagas: filmes que se pueden tomar el permiso de prescindir de presentaciones que ya se han hecho y de explicaciones innecesarias que sólo entorpecerían el progreso de un filme que puede estar perfectamente diseñado para que sea contemplado justo después de su anterior entrega. Sí, señores, estas son ventajas totalmente normales que, aunque a más de uno se le pueden atragantar, son excusables y hasta preferibles (¿ha quedado claro que soy de los pocos a los que el desenlace de La Desolación de Smaug le pareció tremendísimo?).
A pesar de todo, y respetando a todo aquel que al principio del filme pueda creer que Greengrass cometió un garrafal error al diseñar la tercera entrega como continuación inmediata de El Mito, todo escéptico pronto se da cuenta de que, aunque no entienda absolutamente nada de la temática, del personaje, o de Treadstone, está disfrutando con El Ultimatum de Bourne como buen habitante del siglo XXI. En esta película, todo es tan sumamente espectacular, que uno pronto se olvida de que no está entendiendo nada y se deja llevar por la alucinante secuencia de Waterloo, la tremendísima persecución de Tánger y la brillante jugada de Nueva York. Porque Bourne no es sólo una saga: Bourne es un estilo de hacer películas.
Además de que esta última
entrega de la saga es puro entretenimiento hecho fotograma, su oscarizado montaje
es técnicamente apabullante y, gracias a él (que, por cierto, es marca exigida
de la casa Bourne) y a la excelente
obra de John Powell como compositor de la banda sonora, la historia consigue
ser frenética y emocionante hasta unos límites jamás alcanzados por otras
películas (salvo por, obviamente, sus dos predecesoras).
Con este ejercicio de elogios
hacia El Ultimátum de Bourne, que
alguien me diga que no le apetece ver a Matt Damon protagonizar una de las
historias de espionaje más entretenidas de los últimos tiempos… Y que alguien
me diga que, al verla, no ha sentido lo mismo que yo.
O lo que es peor aún: que El Legado de Bourne es igual de buena.
Porque ni de blas.
O lo que es peor aún: que El Legado de Bourne es igual de buena.
Porque ni de blas.
●Te
gustará si:
eres un admirador de Paul Greengrass, de Jason Bourne o de cualquier película
de acción con trama de espionaje.
●
No te gustará si:
antes no has visto El Caso y El Mito. O si ninguna de las dos entregas te convencieron.
Jerry
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