A estas alturas de la película creo que no hay nadie que pueda seguir dudando de la capacidad de J.J. Abrams para trasladar a la gran pantalla el séptimo episodio de la saga Star Wars. El director de las dos primeras entregas del reboot de Star Trek parece que no ha traicionado a los incondicionales fans del club de la Fuerza, sino que además ha retroalimentado, de una manera muy inteligente, las incontenibles necesidades de los espectadores por ver "algo más" de ese cotizadísimo rollo de celuloide que en muy poco tiempo va a llegar a las salas de todo el mundo.
Abrams, probablemente liderado por el gigante que es - a día de hoy - Disney, ha sabido llevar muy bien una campaña promocional en la que no ha mostrado gran cosa del metraje, pero sí ha utilizado plataformas como "Star Wars: Force for Change" para que el llamado "hype" crezca incluso a través de iniciativas que colaboran con proyectos de UNICEF centrados en la lucha contra la malnutrición infantil.
Y no sólo eso. En la ComicCon de este año, se proyectó un vídeo que, aunque yo no haya terminado de ver por eso de que quiero llegar "virgen" (o semivirgen: he visto alguna cosilla de forma accidental) al cine, consiguió emocionarme muchísimo.
Que me digan que esos "Real Sets" y "Practical Effects", ese "You've been here but you don't know this story" o ese "Everything's changed but nothing's changed" no son un claro ejemplo de lo que debe ser un precursor del más puro hype. Ese hype con el que te quedas clavado en el sitio, sudando, y con unas imperiosas ganas de romper a llorar de emoción.
18 de Diciembre, señores.
Jerry
Arturito (R2D2), lo amo mil!!! Definitivamente con Star wars: El despertar de la Fuerza , me llevé una gran sorpresa. Como espectadora que ha asistido a los estrenos de los films previos, que prácticamente ha crecido con la primera trilogía, sólo puedo decir que me he enfrentado a una sensación con doble filo. Por un lado, feliz de reencontrarme con los viejos personajes, de palpar a ratos el espíritu de los films originales, de sentir la fuerza correr por mis venas mientras disfrutaba de una más que brillante mezcla de efectos digitales y físicos (uno de los mayores aciertos del film); pero por otro estaba todo el rato por delante del film, sabiendo en cada momento lo que iba a pasar, algo que sólo debe estar destinado a los más que necesarios segundos visionados. Ejemplo: en cuanto Han Solo llama a su hijo, sabemos qué va a pasar, y el momento, aunque bien interpretado, no posee fuerza. Pero sería injusto acribillar la película por ser a ratos, demasiados, predecible y casi una fotocopia de los instantes de la película que lo empezó todo. Al final El despertar de la fuerza parece más una película nostálgica que funcionará como transición para la nueva etapa de Star Wars ahora bajo la administración Disney Studios.
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